miércoles, 18 de julio de 2012

Pasaje a Marsella (1944)



Alentado por los resultados artísticos y económicos de Casablanca (1942), Hal B. Wallis intentó repetir la fórmula del éxito en Pasaje a Marsella (Passage to Marseille) y, para ello, de nuevo contó con Michael Curtiz
 en la dirección, con Owen Marks en el montaje, Max Steiner compuso la música y Humphrey Bogart, Claude Rains, Sydney Greenstreet y Peter Lorre
 dieron vida a los principales personajes de la trama. Estas similitudes, y el mensaje antinazi similar, apuntan los paralelismos entre ambas obras, pero, y a pesar de su buen funcionamiento en la taquilla, Pasaje a Marsella no alcanzó la perfección de la película que pretendía emular. Las primeras imágenes del film se centran en un bombardero que sobrevuela a baja altura una pequeña granja francesa. Desde su interior asoma el rostro de Jean Matrac (Humphrey Bogart) para contemplar su hogar, pero también para arrojar el cilindro donde ha guardado la carta que su mujer (Michele Morgan) recibe con la alegría de saber que continúa vivo y luchando por la libertad. Este arranque se desarrolla en el presente, durante el cual Jean muestra el idealismo que recuperó en el pasado que se expone a lo largo del flashback que engloba otros dos, y que se introduce desde las palabras del capitán Freycinet (Claude Rains) en el campo de aviación donde Manning (John Loder), un periodista, observa como los aviadores y soldados franceses se preparan para un nuevo bombardeo. Durante este encuentro entre el reportero y el oficial, este último le narra la historia de Matrac y de hombres que decidieron luchar por la libertad que se convierte en la idea central de la película. Mientras aguardan el regreso de los bombarderos, Freycinet cuenta su travesía abordo del "Ville de Nancy", el barco mercante en el que viajaba rumbo a Marsella para unirse a la lucha contra la Alemania nazi. El flashback global se desarrolla en la embarcación, donde también viajan el capitán Malo (Victor France) o el mayor Duval (Sydney Greenstreet), quien muestra una personalidad intolerante y antipática, él siempre tiene razón y nadie puede discutírselo, por eso asegura que la Linea Maginot (construida por los franceses en las fronteras con Alemania e Italia) nunca será traspasada por el enemigo, cuestión de la que Freycinet recela. Después de cruzar el canal de Panamá divisan un bote en el que viajan cinco hombres, más muertos que vivos, que dicen ser trabajadores de una mina en Venezuela. No obstante, el mayor Duval está convencido de que se trata de fugitivos de la isla de Diablo, en la Guyana, sospecha compartida por el capitán, que advierte a los fugitivos de las intenciones de Duval. Ante esa muestra de confianza, los convictos deciden contarle la verdad, siendo Renault (Philip Dorn) el encargado de la narración de la estancia en la isla-prisión, produciéndose el segundo flashback, que descubre sus delitos y el motivo de la fuga: luchar por Francia, porque a pesar de ser condenados también son patriotas. Este pasado dentro de otro pasado se centra en las duras condiciones a las que se ven sometidos los presos y cómo un anciano (Vladimir Sokoloff) les proporciona la posibilidad de escapar. Petit (George Tobias), Garou (Helmut Dantine), Marius (Peter Lorre) y el propio Renault son los elegidos por el abuelo, a quien le comentan que si contasen con Matrac la fuga podría resultar. La historia de Jean Matrac y de Paula se narra en el tercer flashback, incluido en el segundo, en él se muestra como ese hombre, periodista de profesión, luchaba contra el avance nacionalsocialista antes de iniciarse la guerra, cuestión que le acarreó enemigos poderosos y la falsa acusación de asesinato que le separó de su esposa. La acción de Pasaje a Marsella regresa al segundo pasado para mostrar a Matrac convertido en un individuo sin ideales, salvo el de regresar al lado de Paula, de ahí que no mueva los labios cuando el resto de sus compañeros de fuga pronuncian el juramento que les exige el abuelo. De regreso al pasado más cercano se descubre la noticia de que aquella línea de defensa pensada para guerras estáticas ha caído y que el gobierno francés ha firmado su rendición. Esta circunstancia causa la división interna en el barco, donde el capitán Malo decide cambiar de rumbo y dirigirse a Inglaterra en lugar de a Marsella, ya que sus ideales pasan por una Francia libre, por la que vale la pena luchar y morir, lo mismo piensan los fugitivos y Freycinet, quien cree ciegamente en el idealismo de Matrac, a pesar de que este afirme haberlo perdido, como también se han perdido los ideales del país que conocían. Sin embargo, el motín promovido por Duval para llevar el barco a suelo francés y aceptar el nuevo orden, derrumba el muro que el periodista había levantado entre él y la realidad que le rodea, hecho que produce el retorno del film al presente y confirma que aquel a quien se descubre arrojando cartas a su familia ha recuperado sus ideales y su intención de legar un mundo mejor a las futuras generaciones (representadas en un hijo que nunca ha visto).



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