La entrada en la madurez de Julito (Juan Cristobal Meza) no es cuestión de fecha como asegura Don Julio (Felipe Rabat), su padre, quien se muestra exultante y totalmente convencido de que los quince años que cumple su vástago le convierten en un hombre; sin embargo, Julito no es sino un adolescente a quien todavía le faltan muchas experiencias para poder comprender su naturaleza y el mundo que le rodea, en esa hacienda chilena de principios de siglo XX. El día de su cumpleaños ha llegado, hecho que motiva a su padre a decirle que ya no es Julito, sino Julio, lo que significa que ha dejado de ser un niño y se ha convertido (de la noche a la mañana) en un hombre adulto; y para corroborar dicha certeza, Don Julio organiza una fiesta a la que invita a los miembros masculinos de esa clase dominante, a quienes acompañan varias prostitutas que les sirven de diversión en su habitual tedio, una de las cuales es el regalo paterno, porque para Don Julio ser un hombre también implica mantener relaciones sexuales con una mujer. No obstante, el contacto de Julito con María (Shlomit Baytelman) resulta un fracaso, que el adolescente prefiere ocultar a su padre. Algunas tradiciones carecen de sentido, sustentadas por creencias que se transmiten de generación en generación sin explicar el por qué de su existencia (quizá por eso mismo se haya convertido en una costumbre arraigada en la mente de hombres como Don Julio, que pretende una continuidad inalterable en su modo de vida). La iniciación de Julio (hijo) es forzada por la presión que ejerce un padre que considera a Julito como una extensión de su propio yo. Cuando le entrega las llaves de la hacienda no lo hace para que su hijo elija libremente, lo hace para que su Julito se convierta en su imagen, sin embargo, el muchacho no es su padre, al menos no todavía, por eso cuando el progenitor se ausenta de la hacienda Julio junior empieza a descuidar su posición y su educación, ésta última a cargo de Maturana (José Manuel Salcedo), un periodista y poeta que no encuentra su lugar dentro de una clase dominante que muestra su ignorancia y su vulgaridad, entre otras circunstancias, al confundir su sensibilidad y su gusto por la poesía con un signo de afeminamiento. Julito hijo se encapricha de María, a quien visita y con quien mantiene relaciones, sintiendo ese primer amor que le impulsa a regalarle el rosario que su abuela (Elsa Alarcón) le entrega en su lecho de muerte, para que se lo ofrezca a la mujer que escoja como esposa; pero las diferencias sociales entre un señorito y una prostituta señalan que un enlace de tal índole es un imposible dentro de un entorno en el cual esas diferencias son insalvables. Julito está condenado a ser un miembro más de ese grupo elitista, que disfruta de su posición privilegiada, dominando a los campesinos que trabajan sus tierras, aceptando su condición de siervos y de la arraigada mentira de la superioridad de un patrón que piensa en ellos como bienes de su propiedad. Julio comienza en julio fue dirigida por Silvio Caiozzi y está considerada como una de las mejores producciones chilenas del siglo XX, rodada en 1976 y estrenada en 1979, cosechó varios premios como El Colón de Oro en el Festival de Cine Iberoaméricano de Huelva de ese mismo año, y resulta una buena oportunidad para observar las costumbres, diferencias, abusos y creencias que marcan el comportamiento individual y colectivo dentro de una sociedad que se encontraba condicionada por la ignorancia y los patrones preestablecidos.
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