El espectacular e inesperado éxito de La noche de Halloween llevaría a John Carpenter por el camino del cine fantástico y de terror, sin embargo nunca ha llegado a abandonar su gusto por el cine del oeste, un género que en su juventud le habría convencido para dedicarse a hacer películas. Muchos de sus films podrían considerarse westerns disfrazados de fantástico, quizá el caso más evidente se encuentra en Vampiros (John Carpenter's Vampires), ubicada en un espacio reconocible dentro del género del western (Nuevo México) y con un personaje principal, Jack Crow (James Woods), que no desentonaría en aquel far west cinematográfico donde la justicia vendría impuesta a golpe de revólver. Jack Crow se presenta como un pistolero rudo, aparentemente falto de valores morales, aunque ésto no quiere decir que no guarde características positivas, que no se descubren dentro del grupo de cazavampiros que lidera, pero sí en su posterior relación de amistad con Montoya (Daniel Baldwin) o con el padre Guiteau (Tim Guinee). Jack y su equipo, armados hasta los dientes (lanzas, ballestas, estacas o armas de fuego) trabajan para la iglesia católica exterminando a no vivos, algunos de los cuales se esconden en el interior de la casa aislada donde se produce el primer enfrentamiento entre "buenos" y malos. Los vampiros de John Carpenter sólo muestran una debilidad, a lo sumo dos: la luz solar o una buena estaca de madera clavada en su pecho; en cuanto a esta última debilidad no hay nada que hacer, pero respecto a la primera, el maestro vampiro Vladek (Thomas Ian Griffith) tiene una fijación que podría eliminarla: hallar la cruz utilizada por la iglesia durante el exorcismo que le transformó en lo que es. El estilo expeditivo y la violencia empleadas por Carpenter elimina de sus no vivos cualquier atisbo de romanticismo, que sí se descubre en films como la mítica Nosferatu de Murnau o el Drácula de Francis Ford Coppola (sin olvidar las versiones realizadas por Tod Browning yTerence Fisher). En el Nuevo México de Vampiros (Vampires) sólo hay cabida para dos tipos de seres, ninguno de los cuales muestra remordimientos en sus actos; salvo quizá Anthony Montoya cuando intima con Katrina (Sheryl Lee), la última víctima de Vladek. En cuanto a Jack Crow decir que sigue sus propias reglas, por eso puede quebrantarlas cuando lo asume como necesario para alcanzar la meta que se propone, así pues, a pesar de que es consciente de que debe matar a cualquiera que haya sido contaminado, perdona la vida a la prostituta infectada por el líder vampiro durante la masacre en el hotel, cuestión que muestra que no le importan los medios sino el fin que persigue (y que se ha convertido en el único objetivo de su vida). Crow no perdona la vida de Katrina por un sentimiento de piedad, lo hace porque con su presencia puede permanecer en contacto con el violento chupasangre, lo cual le permite seguir su pista. La muerte de su grupo en el hotel a manos del ser nocturno, advierte a Jack para actuar deprisa, sin escuchar al cardenal Alba (Maximilliam Schell), que le ordena reclutar y adiestrar a un nuevo equipo de asesinos; pero no hay tiempo que perder, sobre todo porque Jack no ignora que alguien les ha traicionado, y podría volver a hacerlo. Resignado y convencido debe contentarse con la ayuda del otro superviviente (Montoya) y con el nuevo refuerzo (el padre Guiteau), el ratón de biblioteca que Jack tiene que llevarse consigo a pesar de que no sienta ninguna simpatía hacia él, convencido de que el cura sabe mucho más de lo que dice. Como conclusión podría decirse que Vampiros es una excelente muestra de la capacidad narrativa de Carpenter, y quizá una de sus mejores obras, en la que se aprecia esa constante de su cine de introducir a un grupo de individuos en una situación límite, algo que seguramente observaría cuando de pequeño disfrutaba con películas como Río Bravo, de su admirado Howard Hawks.
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