La condición humana III: la plegaria del soldado (1961)
La
quinta parte de La
condición humana (Ningen no Joken) se
inicia con Kaji (Tatsuya
Nakadai)
tras las líneas enemigas, consciente de que si cae en manos de los
soviéticos su rencuentro con Michiko (Michiyo
Aratama)
estará más lejano. Esa realidad le impulsa a no rendirse, pero
también le impulsa a cometer actos en contra de su pensamiento, pero
necesarios para sobrevivir al sinsentido de la guerra. Kaji está
harto de una lucha a la que no encuentra ni explicación ni
justificación, porque siempre ha sido consciente de que las guerras
generan males que de otro modo nunca se producirían (lo
experimenta en su propia piel cuando se ve obligado a asesinar a un
soldado soviético). Kaji no es el único que piensa en regresar a
casa, si es que ésta todavía puede llamarse así, ya que nada
volverá a ser igual después de todo el horror que ha visto. ¿Quién
estará capacitado para reconstruir un mundo desmoronado? ¿Está
viva Michiko? ¿Podrán retomar el amor después del sinsentido que
les separó? Kaji únicamente tiene respuesta para la segunda
pregunta, pues se aferra a la idea de que si él lucha por llegar
hasta ella, eso sólo puede significar que debe de estar viva; sin
embargo, el camino que les separa es largo, peligroso, lleno de
desesperación y desesperanza. La
condición humana III: la plegaria de un soldado (Ningen no joken
III) muestra
a un individuo que se aferra a su última esperanza, sacrificando
parte de su pensamiento, pero sin abandonarlo, pues él continúa
mostrando su humanidad, ayudando a quienes se unen a él en su
caminar por la devastación y el hambre. Al inicio del quinto
capítulo, Kaji avanza por un entorno hostil en compañía de otros
dos soldados, a quienes se les unen civiles y militares que desean
encontrar seguridad, paz y alimento; sin embargo, sólo encuentran
miseria, dolor y muerte. El grupo se reduce como consecuencia del la
falta de alimento, de las enfermedades o de las balas, pero Kaji
sobrevive, se muestra fuerte en su decisión de continuar pase lo que
pase, dominado por un impulso que le impide rendirse. En
compañía de varios soldados alcanza un asentamiento donde se
encuentra con más almas perdidas, iniciándose la última parte de esta obra magna del cine antibelicista.
Masaki
Kobayashi completó
su visión del sinsentido de las guerras de un modo soberbio, trágico
y sincero, enfocando la acción desde la interioridad de un individuo
que descubre los sinsabores, la crueldad, la intolerancia y la
desesperación que domina allí donde sus pies y sus últimas esperanzas le llevan. La sexta parte se centra en un campo de
prisioneros donde comprueba que nada cambia, pues los abusos serían
similares a los que presenció en la mina en la que había trabajado
de supervisor en La
condición humana I: no hay amor más grande o
en el campamento militar de La
condición humana II: el camino a la eternidad.
Kaji, comunista, demócrata y humanista, descubre que los soviéticos
también cometen injusticias: violan a una mujer que posteriormente
arrojan a la carretera o permiten el comportamiento cruel de los soldados
japoneses que vigilan a sus compatriotas, a quienes exprimen hasta
el límite de sus fuerzas, cuestión que obliga a Kaji a intervenir para proteger a sus compañeros (hambrientos, extenuados o enfermos), siendo condenado por una conducta
que desvela que todavía cree en la justicia, pero cada vez menos en la valía de la ideología que supuestamente defiende el ejército rojo La muerte de Terada
(Yûsuke
Kawazu),
el joven soldado a quien había salvado la vida, es el golpe
definitivo para un prisionero que se convence para escapar hacia su
sueño, consciente de la imposibilidad de alcanzarlo, pero aún así
debe intentarlo, porque cada paso que da por un mundo cruel y
devastado le acerca más a Machiko, como también le acerca a la
desolación, al hambre y a la muerte que producen las guerras.
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