Según el propio Bernardo Bertolucci, El conformista (Il conformista, 1970) es un film de ruptura, porque con él rompió con su pasado cinematográfico, influenciado por el cineasta francés Jean-Luc Godard, demostrando una madurez creativa y discursiva que alcanzó en este film uno de los puntos culminantes de su carrera como realizador. El conformista toma como referencia la novela homónima de Alberto Moravia, uno de los grandes escritores italianos del siglo XX, y como este, más que exponer una intriga, Bertolucci desarrolla un estudio de la psique humana y social de un periodo en el que muchos se habrían comportado y conformado como el personaje interpretado por Jean-Louis Trintignant. Este busca normalizarse dentro de un sistema que cobraría mayor fuerza gracias a la sumisión, que impide plantearse la falta de libertades y la toma de decisiones, simplemente ser uno más dentro de esa "normalidad" que busca el personaje de Marcello Clerici (Jean-Louis Trintignant), un hombre que pretende romper con su pasado atentando contra la vida de un hombre de talante liberal y revolucionario que le recibe con los brazos abiertos. Marcello es un cúmulo de contradicciones, acepta aquello que no le llena porque podría proporcionarle lo que busca, sin embargo, tampoco sabe lo que busca, porque lo que hace es huir de sí mismo y de un pasado marcado por un trauma de la infancia que pretende olvidar, convirtiéndose en un individuo normal, dentro de un entorno normal, y, en su época, la "normalidad" pasa por unirse a la ideología fascista, aunque dicho individuo ni comparta ni rechace semejantes ideas. Marcello se casa con Giulia (Stefania Sandrelli), aunque para él no deja de ser una insulsa e idiota pequeña burguesa, pero es otro paso que debe dar hacia la aceptación, porque la institución del matrimonio posibilita el anonimato dentro del sistema. Otra de sus intenciones para serenar sus inquietudes pasa por trabajar para el régimen y aceptar la misión de asesinar al profesor Quadri (Enzo Tarasci), su antiguo mentor, quien desde el exilio lucha contra el fascismo que gobierna el país. Probablemente, Marcello no sienta simpatías por ningún tipo de ideología, porque su mente vive obsesionada con aquel pasado que le aparta de la "normalidad" que le aparte de la imagen de su padre (Giuseppe Addobbati), internado en un centro de salud mental aquejado de una enfermedad hereditaria, de su madre (Milly), enganchada a las drogas, y cuyo amante resulta ser un chófer, y, sobre todo, que le aleje del recuerdo imborrable e inconfesable de haber sido seducido a los trece años por otro chófer (Pierre Clémenti), hecho que provoca en Marcello la inestabilidad de creerse anormal (posiblemente, por la homosexualidad que no desea reconocer). El trauma infantil se muestra mediante un flashback donde el joven Marcello y el chófer de la familia se encuentran en el jardín antes de entrar en la habitación blanca donde el pequeño sufre el abuso, y donde dispara sobre el pederasta. En el presente de Marcello nada sirve y todo vale, quizá por eso se deja arrastrar, aunque sepa que no es lo que quiere, cuestión que se hace evidente cuando descubre a Anna Quadri (Dominique Senda), a quien intenta seducir y hacerle el amor, algo que no hace con su esposa. La relación entre Quadri y Marcello muestra dos pensamientos enfrentados, no obstante, parece que Marcello duda en romper definitivamente el lazo que le une a su antiguo profesor de filosofía (consumar el asesinato), quizá porque en ese París la normalidad no es el fascismo, sino otra distinta: sin embargo cumple su cometido en un bosque, que por un momento recuerda al que dos décadas después mostrarían los hermanos Coen en Muerte entre las flores (Miller's Crossing).
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