Indiana Jones y el templo maldito (1984)
La segunda aventura cinematográfica de Indiana Jones traslada al doctor Jones (Harrison Ford) hasta un local de Shanghai, allí enseña sus credenciales pendencieras, muestra su cínico sentido del humor y escucha a una cantante llamada Willie Scott (Kate Capshaw), quien junto al pequeño (gran) Tapón (Ke Huy Quan), le acompañará en su huida. Indy y compañía escapan de las garras de Lao (Roy Chiao), pero ignoran que el avión al que suben pertenece a ese mafioso que, antes del despegue, ordena a sus pilotos que lo estrellen con pasajeros incluidos. Indiana Jones es un hombre de recursos y, previo al choque del aparato contra la montaña, se agencia una balsa de goma que utiliza primero como paracaídas y después como vehículo todoterreno que les desliza a gran velocidad, y con muchos golpes, hasta una aldea en algún lugar de la India (esta escena había sido ideada para la anterior película de la saga). Silencio, tristeza, desolación, no existe ni colorido ni se escucha el griterío de los niños; sólo un anciano que sale a su encuentro, convencido de que son los enviados que salvarán a su pueblo. Indy, Willie y Tapón escuchan la desgracia que asola a la aldea desde que los enviados del palacio de Pankot se llevaron a los niños y la piedra sagrada que la protegía; el anciano les informa que se trata de una de las cinco piedras de Shankara, las mismas que proporcionarían un poder ilimitado a quien lograse reunirlas. La oportunidad de recuperar el símbolo y de liberar a los pequeños esclavos convencen a Indiana Jones para emprender un viaje en elefante que les conduce hasta el palacio donde se desarrolla su segunda aventura, que acontece en 1935, un año antes que la expuesta en En busca del arca perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981). Indiana Jones y El templo maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984) se confirió como una precuela para poder cambiar de enemigo, escogiendo a los thughs de Gunga Din (una de las películas favoritas de Steven Spielberg) como los rivales a los que se enfrenta el arqueólogo. Las palabras de los aldeanos aseguran que la secta Thuggee, adoradores de la diosa Kali, continúa con su culto sanguinario, circunstancia que provoca que Indy muestre sus dudas y sus recelos cuando se sienta a la mesa del maharajá de Pankot; sin embargo, el ministro (Roshan Seth) niega unos rumores que no tardan en confirmarse. Como aventura, Indiana Jones y El templo Maldito resulta menos alegre que su predecesora y su sucesora. Se torna más oscura tras los “locos” minutos iniciales, por momentos claustrofóbica, debido a que la mayor parte de la acción transcurre en el interior del palacio-templo donde sacrifican a las víctimas y los túneles de la mina por donde los héroes tratarán de escapar. George Lucas quería un film más oscuro que el anterior, se ha dicho que debido a su estado anímico (acababa de divorciarse), cuestión que Steven Spielberg aceptó, aunque no le acababa de convencer la idea. A pesar del tenebrismo que domina la aventura, existe un toque de humor que se centra en la lucha de sexos que se desata entre Jones y Willie Scott, así como en la presencia de Tapón, quien, en más de una ocasión, salvará a sus amigos. La parte final del film cobra mayor rapidez al exponer la fuga de los héroes, quienes en el interior de una vagoneta “vuelan” por los túneles, excavados por los niños perdidos, en busca de ese final que permita la esperada victoria de Indiana Jones y el cierre de un buen film de aventuras que se aleja del aire pulp y de serial que predomina en el resto de la saga.
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