domingo, 29 de enero de 2012

¿Dónde está la casa de mi amigo? (1987)


Sus inicios en la dirección cinematográfica datan de 1970, cuando dirigió El pan y la calle (Nan va Koutcheh, 1970), un cortometraje de diez minutos en los que concedía el protagonismo a un niño, pero Abbas Kiarostami todavía era un desconocido para el público internacional entrada la década siguiente. Fue durante este decenio, gracias a los premios obtenidos por ¿Dónde está la casa de mi amigo? (Khane-ye doust kodjast, 1987) en el festival de Locarno (Leopardo de Bronce y el Premio de la Crítica), cuando su nombre empezó a llamar mayor atención fuera de las fronteras de Irán, convirtiéndose en figura clave para el descubrimiento exterior del cien iraní. El de Kiarostami se descubrió como un cine sin adornos, interesado en el mundo infantil, constante en su filmografía, en la escuela, otro de los temas y espacios que asoman en su obra, en el que la realidad se desarrolla lenta y precisa para mostrar la cotidianidad que rodea a un pueblo anclado en la tradición y condicionado por las carencias que se descubren. Las voces infantiles se confunden y funden formando un griterío característico de ausencia de autoridad, libre e indescifrable tras la puerta azul que abre ¿Donde está la casa de mi amigo? La llegada del maestro (Kheda Barech Defai) posibilita el acceso a ese reino infantil que deja de serlo con su aparición. Es la autoridad adulta. Ahora es el aula de escuela donde el profesor censura el barullo y no tarda en amonestar verbalmente a Mohamed Reda Nematzadeth (Ahmed Ahmed Poor) por no haber hecho los deberes en su libreta, recriminación que, en silencio, observan sus compañeros, entre quienes se encuentra Ahmed (Babek Ahmed Poor). Por error o despiste, este niño se lleva la libreta de Nematzadeth, a quien el docente había amenazado con la expulsión, en caso de repetirse la falta —el maestro explica el porqué no quiere las tareas en hojas sueltas y sí en una libreta: por disciplina y para poder comparar y valorar, es decir, para evaluar el progreso del alumno. La reprimenda que acaba de escuchar se graba en la mente del pequeño protagonista, consciente de que el profesor no aceptaría ninguna escusa si se repitiese la falta, pues los deberes y la disciplina escolar forman parte de su metodología docente. Cuando Ahmed llega a su hogar, descubre que se ha confundido llevándose la libreta de su compañero. Se asusta, porque recuerda el castigo que sufrirá Mohamed si no presenta sus deberes en el cuaderno.


Impulsado por la realidad de la que ha sido testigo y por el temor a lo que pueda pasar, el niño intenta explicar a su madre (Iran Outari) que debe ir a casa de su amigo. Sin embargo, ella no le escucha, porque también tiene sus prioridades; como tampoco le escuchan aquellos con quienes se encuentra durante su odisea en busca de la casa de su amigo, pues, desoyendo las palabras de su madre, Ahmed decide desobedecer y cumplir con aquello que considera prioritario, porque para él también existe una prioridad: evitar que su compañero sea expulsado por su error. No obstante, alcanzar su meta resulta una tarea complicada, puesto que no conoce ni la dirección ni el pueblo vecino donde vive Mohamed. Desde la sencillez que predomina en las imágenes de ¿Dónde está la casa de mi amigo?, Abbas Kiarostami presenta la vida de una pequeña población, sus costumbres y la falta de atención hacia ese niño que nadie parece ver, y a quien nadie parece ayudar. Así pues, el joven protagonista se encuentra desesperado en un viaje que no le lleva a ninguna parte, pero que le permite descubrir la soledad en la que se encuentra, y la falta de interés de los adultos hacia sus necesidades y ante la importancia de un hecho que para él resulta vital: la solidaridad hacia su compañero. Los personajes con quienes se cruza tienen sus propios problemas, asuntos que les impiden mostrarse solidarios, al tiempo que muestran comportamientos anclados en una tradición que se descubre, entre otros, en su abuelo, quien se decanta por una educación férrea, basada en la mano dura (la misma que él recibió), sin detenerse a pensar si está o no equivocado, de igual modo, tampoco sería correcto que nadie, excepto un anciano, pierda un instante de su tiempo para ayudar a un niño que se encuentra perdido y desesperado, un niño que sí se muestra contrario a ellos, pues todo cuanto hace, no lo hace por él mismo, sino por un amigo al que sabe que castigarán si no se presenta en la escuela con los deberes hechos en su libreta.



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