El equipo cinematográfico encabezado por Costa (Luis Tosar) y Sebastián (Gael García Bernal) se traslada a Bolivia para filmar una película en la que se expondrá la llegada de los españoles a América, pero pretenden que se realice desde un punto de vista poco habitual, más bien pretende reivindicar la figura de los pueblos indígenas y de Bartolomé de las Casas, monje que se posicionó a favor de éstos y que acusó los malos tratos e injusticias a los que fueron sometidos. Una de las primeras cuestiones chocantes de la producción reside en la elección del lugar, que dista miles de kilómetros de la zona real (La isla de La Española) en la que ocurrieron los hechos que se relatarán en la película. La explicación sería muy simple, el abaratamiento de los costes, para así ajustarse a un presupuesto estipulado de antemano. Sin embargo, los hechos que se desarrollan alrededor del film, afectarán a la puesta en marcha del proyecto, cuestión que ya se observa desde el principio, con la elección del casting. Pero También la lluvia no tarda en centrarse en una situación real, que no difiere mucho de las injusticias cometidas por los invasores siglos atrás, donde la población autóctona se encuentra sometida a constantes abusos, como sería la imposibilidad de acceder a un bien tan necesario y vital como lo es el agua. A estos hombres y mujeres se les impide disponer del líquido porque los precios estipulados por el gobierno del país y por las empresas extranjeras que lo controlan están fuera de su alcance, situación que llevará a un enfrentamiento entre la población y las fuerzas de seguridad (ejército). De entre estos desheredados destaca Daniel (Juan Carlos Anduviri), quien pretende conseguir que la justicia se cumpla y con ella el simple hecho de que puedan sobrevivir. Este líder por obligación es el actor que quiere Sebastián, el director del film, y quien Costa, el productor, le advierte de los problemas que podría crear un hombre que semeja conflictivo. Cercano al cine de Ken Loach, no en vano el guionista del film Paul Laverty es un habitual en el cine del director inglés, Icíar Bollaín filma una película de evidente crítica social en la que muestra la terrible situación a la que se ve sometida un pueblo que, al igual que siglos atrás, debe soportar injusticias intolerables. Asimismo muestra a ese equipo de actores y técnicos occidentales, cuya única intención es filmar su película, obviando los hechos que les rodean y que no les afectan. Sin embargo, la situación no puede pasar desapercibida para Costa, productor que inicialmente sólo pretende realizar su trabajo, quien debe escoger y decidirse a intervenir en unos hechos de los que nadie debería mantenerse al margen. Por otro lado encontramos a los miembros del equipo, la mayoría piensa en su propia seguridad cuando estalla el conflicto, ya que el lugar se ha convertido en zona de guerra. Esta intención de encontrarse a salvo es algo natural, sin embargo, muestra el egoísmo y la falta de solidaridad de unos personajes que son ajenos al sufrimiento diario de una población a la que pretenden reivindicar desde una película, pero no desde la realidad. Un gran acierto reside en esa combinación de escenas del film en proyecto, donde asoman esas constantes injusticias (masacres, robo, abusos) que sufrieron los pueblos pre-colombinos con la llegada de los occidentales, alternándolas con los hechos reales que suceden en el año 2000, lo que viene a recordar que las cosas poco han cambiado para algunos, a pesar de los siglos transcurridos.
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