Conversaciones, risas y complicidades en la mesa donde se ha reunido el grupo, burgués y esnob, que celebra un final de velada en la casa de Edmundo (Enrique Rambal) y Lucía Nobile (Lucy Gallardo). Sin embargo, cuando el primer plato rueda por el suelo, tras el tropiezo del mayordomo, es un indicio de que poco o nada podrán comer. Pero eso parece carecer de importancia, porque semejan sentirse a gusto en esa sala de la que no quieren salir, y donde pasarán la noche en una especie de divertida travesura, pero con el amanecer descubrirán que no ha sido decisión suya, sino que existe algo invisible que les impide abandonar el salón. Ese algo nace dentro de ellos mismos, son sus propios miedos y prejuicios que se presentan para castigarles y someterles a la dura prueba de permanecer incomunicados y aislados entre esas cuatro paredes, que serán testigo del comportamiento de unos hombres y mujeres que se ven superados por esa anómala situación que sacará lo peor de ellos. El ángel exterminador (1962) fue la última película que Luis Buñuel rodó en México, un film que representa buena parte de su cine y de su pensamiento, en el que poco importa el por qué racional del encierro, cobrando fuerza el comportamiento de unos individuos que actúan de manera irracional, llegando a mostrarse crueles e insolidarios. La película se nutre de algunos rasgos surrealistas y del humor negro del director, quien se ceba sin piedad en eses seres atrapados, que viven en una mentira que les aparta de una libertad que no pueden alcanzar, porque sus miedos, sus costumbres y sus pensamientos les tienen atrapados, no sólo en esa sala en la que aprieta el hambre y la sed, sino fuera de la casa, desde donde las fuerzas de seguridad tampoco se atreven a entrar. La idea de El ángel exterminador surgió, una vez más, de la colaboración entre Luis Buñuel y Luis Alcoriza, una idea de lo más original y que el director aragonés llevó a las imágenes con gran maestría, convirtiéndose en una de sus obras maestras, una película llena de un humor oscuro e inteligente, que se muestra en esa irracionalidad que se ha adueñado de las mentes de sus protagonistas, pero mucho antes de que el suceso en sí hubiese comenzado, una irracionalidad que comenzaría con la falsa idea de seguridad y libertad. Así pues, tras pasar el primer momento todos se quitan la máscara, de su interior asoma lo peor de su naturaleza, por ese motivo no resulta extraño escuchar a alguien decir: huele usted a hiena, señora, afirmación que de otro modo nunca habrían sido capaces de exteriorizar, además, se exige buscar a un culpable, algo ilógico debido a la ilógica situación, pero para ellos es necesario, debe existir una explicación y un culpable, que no sería otro que el organizador de la velada, a quien en determinado momento pretende matar, ¿un sacrificio que les devuelva la libertad? o como alegaría el doctor, en defensa de la víctima, la pérdida de la dignidad humana, aunque quizá ya la habían perdido antes de entrar en la mansión.
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