Los tres protagonistas de L. A. Confidencial (L. A. Confidential, 1997) no son unidimensionales, son tipos contradictorios que se mueven según sus impulsos, deseos, impresiones, ambiciones y sensaciones. Sus contradicciones y su ambigüedad les confiere mayor atractivo, del mismo modo que lo hace su evolución o, dicho de otro modo, su camino a la redención. Inicialmente, sus vías se cruzan sin saber que transitan junto a la investigación que provocará que confluyan en un punto sin retorno, donde tendrán que elegir. El detonante para que se produzca la concienciación de los policías no es la investigación en sí, sino comprender que, participen o no participen, forman parte de la podredumbre, la violencia y la corrupción que reina en la ciudad californiana y en su cuerpo de policía. L. A. Confidencial toma su historia de la novela de James Ellroy, que sirvió a Brian Helgeland y a Curtis Hanson para escribir el que, junto a El silencio de los corderos (The Silent of the Lambs, Jonathan Demme, 1990), Heat (Michael Mann, 1995), Sospechosos habituales (The Usual Suspects, Bryan Singer, 1995) y Seven (David Fincher, 1995), posiblemente sea uno de los thriller policiacos más populares y reputados de los realizados en Hollywood en la década de 1990. El toque retro, se desarrolla en los años cincuenta, confiere a la narración de Hanson un atractivo extra, pero en ningún caso resulta un film nostálgico o qué beba del cine de la época en la que se desarrolla la trama. El entorno forma parte, no es capricho y, por lo tanto, no desentona ni afecta al ritmo. La ambientación e incluso la intriga están supeditadas a la evolución de su trío protagonista, tres personalidades que buscan ser y, al tiempo, comprenden que, para conseguirlo, deben resolver un mismo caso. Lo hacen desde tres vías distintas, ya que no existe comunicación entre ellos; hay rechazo, sobre todo entre el joven policía ambicioso encarnado por Guy Pearce y el expeditivo a quien da vida Russell Crowe. Sin embargo, los tres guardan algo en común, desean recuperar esa parte de ellos mismos que se ha perdido como consecuencia de la corrupción, la ambición, las rivalidades o la violencia que les ha convertido en seres ambiguos e impredecibles, y que les ha separado tanto de sus ideas iniciales como de ellos mismos.
La revista sensacionalista Hush-Hush, para la que colabora el sargento de narcóticos Jack Vincennes (Kevin Spacey), informa al inicio de L. A. Confidential que el rey del crimen de Los Ángeles ha sido arrestado, y muchos de sus lugartenientes están siendo asesinados sin saber por quién. El departamento de policía de la ciudad no tiene pistas, y aunque las tuviera, primero tiene que sanear su propia casa, más si cabe cuando la prensa saca en primera página la violenta noche de Navidad en las celdas, la misma noche en la que Bud White (Russell Crowe) conoce a Lynn Bracken (Kim Basinger) —la prostituta de lujo que se parece a Veronica Lake y que empezará a obsesionarle— a Patchett (David Strathairn), un millonario cuya fortuna procede de la prostitución, y a su guardaespaldas, un ex-policía al que llaman Buzz y que no tardará en desaparecer. Para la limpieza interna, el fiscal del distrito (Ron Rifkin) cuenta con un testigo aparentemente incorruptible, el sargento Ed Exley (Guy Pearce), en quien pronto se descubre una ambición desmedida por triunfar en un departamento donde su difunto padre es un mito.
Bud, Ed y Jack son tres policías totalmente distintos, incluso entre ellos existen rivalidades que van más allá del simple rechazo. De hecho, White y Exley están condenados a enfrentarse. El primero se presenta como un policía duro, capaz de usar la violencia sin ningún tipo de miramiento, si con ello puede hacer justicia. Es un hombre marcado por su infancia, que no puede olvidar y que le lleva a ser inestable en cuanto a su temperamento y en su actitud hacia aquellos que agreden a las mujeres. Este “poli malo” agrada al capitán Dudley Smith (James Cromwell), que ve en él aptitudes para formar parte del escuadrón que amenaza y tortura a pequeños hampones que pretenden dirigir el crimen organizado, vacante que Micky Cohen (Paul Guilfoyle) ha dejado tras su ingreso en prisión.
White no tardará en cansarse de golpear a pobres desgraciados, pues no era el fin que perseguía cuando se hizo policía y, a pesar de que todos le subestiman, es el primero en sospechar que el múltiple homicidio cometido en el restaurante El búho, donde ha muerto su ex-compañero, no ha sido obra de los tres acusados a quienes Vincennes y Exley arrestan después de un chivatazo. White asume su investigación particular, quiere descubrir la verdad, y ahí muestra al verdadero White, un tipo de recursos, inteligente y más íntegro que el resto de sus compañeros. Además, la relación que mantiene con Lynn le permite recuperar parte de la sensibilidad que había perdido, en ella encuentra aceptación y confianza; a cambio, ella vuelve a sentirse Lynn Bracken y no la versión prostituta de Veronica Lake. Pero White no es el único que investiga, Exley y Jack Vincennes han unido sus fuerzas para resolver el caso del Búho, convirtiéndose en héroes y recuperando el prestigio perdido la noche del altercado en la comisaria. Jack ha regresado al lugar que desea, ha vuelto a ser el asesor técnico de la prestigiosa serie Placa de honor, sin embargo, algo ha cambiado en sus prioridades, recuperando parte de una integridad perdida muchos años atrás, cuando empezó a aceptar sobornos del redactor de Hush Hush Sid Hudgens (Danny DeVito). Exley lo ha conseguido, es el teniente más joven del departamento, ha demostrado unas excelentes aptitudes en la resolución del caso “del búho”, sin embargo, no tardará en descubrir que se ha equivocado.
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