jueves, 18 de agosto de 2011

La soga (1948)


Quizá no cuente entre los trabajos de mayor renombre de la obra de Alfred Hitchcock, pero dudo que se le pueda negar a La soga (The Rope, 1948) el ser un film curioso y un atractivo juego experimental, así como de talento técnico y de precisión expositiva. El director británico pretendía una continuidad similar a la que se observaba en la obra de teatro en la que se basó el film, por lo que decidió filmar planos de diez minutos de duración, sin que entre las tomas haya interrupción, lo cual genera esa sensación de continuidad pretendida por el cineasta. La historia se desarrolla en un único escenario, una habitación donde dos jóvenes acaban de cometer lo que consideran el asesinato perfecto, una obra de arte según palabras de Brandon (John Dall), el más frío de la pareja de asesinos. Para recrearse en su logro han preparado una pequeña fiesta a la que han invitado a varios amigos, entre ellos a Janet (Joan Chandler), la novia, y al señor Kentley (Cedric Hardwicke), el padre la víctima. Instantes antes de la llegada de los comensales, Brandon propone un cambio de última hora, una idea, a su parecer, brillante que acentúa el nerviosismo que domina a Phillip (Farley Granger); esconder el cadáver de la víctima en un arcón, sobre el cual servirán los alimentos que degustarán en la velada. Su osadía parece no tener límite, sobre todo la de Brandon, quien ha invitado a Rupert (James Stewart), su antiguo profesor de instituto, la única mente que podría sospechar que se ha cometido el crimen. Esta noticia produce el primer enfrentamiento entre Phillip, temeroso ante la amenaza que significa la presencia de Rupert, y Brandon, satisfecho por la presencia de una mente que podría comprender la magnitud de su acto. Los invitados se presentan, el nerviosismo de Phillip aumenta, situación que no pasa desapercibida para el profesor, calificado por sus antiguos alumnos como genio y figura. La idea de la existencia de seres superiores y otros inferiores defendida por este teórico ha sido mal interpretada por dos mentes enfermas que la han mal llevado a la práctica, cometiendo un terrible acto que muestra a las claras la perturbación que sufren. Por si fuera poco, la víctima es otro de los invitados, por ello su ausencia preocupa, tanto a su padre como a su prometida que se muestran intranquilos ante un retraso nada habitual en él, pero, a pesar de esa extraña ausencia, la velada continúa. La fiesta, que no lo parece, se enrarece y se torna tensa cuando Brandon toma la palabra y expone una teoría digna de un hombre enfermo, poseído por un injustificado afán de superioridad, muestra de una personalidad desequilibrada que busca la aprobación de los presentes, sobre todo la de Rupert. La soga es una entretenida producción de suspense que Hitchcock rueda con su habitual maestría, pero eso no impide la existencia de algún pequeño error que pasan desapercibidos, y que muestra que hasta los más grandes pueden obviar situaciones como la del corte en la mano de Phillip, que milagrosamente desaparece durante todo el metraje, sin duda, el cine es una gran medicina y La soga una película curiosa y digna de un director de su talla.

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