¿Quién es ese hombre centro de miradas y de sospechas, el mismo trasnochador que provoca que un edificio encienda sus luces en la noche y parezca cobrar vida? H-U-L-O-T. Ese es su nombre y en esas vacaciones lo conoceremos relajado y despistado, que es su estado natural. A pesar de su viejo y ruidoso descapotable, ese monsieur Hulot llega a la playa mucho antes de que el turismo playero inundase las costas donde edificios modernos y hoteles impersonales llenaban los bolsillos de promotores y empresarios que alteraran el litoral de medio mundo. Jacques Tati se adelanta a ese momento que ya se observa en películas filmadas la década siguiente y, cuatro años después de Día de fiesta (Jour de fete, 1949), filma esta magnífica comedia que presenta a un grupo de personajes disfrutando de su periodo estival en la pequeña localidad francesa de Saint Marc en Saint-Nazaire. A este idílico paraje llega el señor Hulot (Jacques Tati), un hombre sensible y amable, pero tan torpe que todos sus actos provocan la ruptura de la armonía y de la tranquilidad que se respiraban antes de su aparición. Hulot se convierte en el desastroso hilo conductor desde quien se muestran las diferentes personalidades que se hospedan bajo su mismo techo, y con quienes pretende pasar sus vacaciones. Sin embargo, su extraño comportamiento hace que los demás lo vean sospechosos o lo califiquen de extravagante y conflictivo. No obstante, ni la acción ni la comicidad son exclusivas de este extraño personaje, sino que recae en cada uno de los clientes de la pensión donde se aloja, ya sea dentro o fuera de la misma, ya que la cámara salta de un individuo a otro para presentarlos en ese estado anormal de sus vidas conocido como ¡vacaciones!, pero que en realidad no les aleja de la rutina o de las costumbres que les acompañan el resto del año.
viernes, 29 de abril de 2011
Las vacaciones del señor Hulot (1953)
Las vacaciones del señor Hulot resulta ingeniosa, divertida e inolvidable postal veraniega en movimiento, de gags visuales que alcanzan un nivel infrecuente dentro del sonoro, ya que la mayor parte del metraje carece de diálogos, cuestión que no impidió que Tati ofreciese una entrañable mirada hacia una época actualmente desaparecida, de ritmo más pausado y que permitía encontrar ese lugar que alejaba a los moradores del hotel de la ruidosa vida urbana que les acompañaba durante el resto año. Para lograr esa sensación de paz, de alejamiento del mundo moderno, Tati realizó una comedia visual —se podría prescindir de los diálogos y el film no se resentiría por ello— con actores y actrices en su mayoría no profesionales. Así pues empleó a los habitantes del pueblo, personas que disfrutaron con la estancia de Tati y de su equipo, y con su participación en la filmación, sensación que se aprecia en el resultado final de un rodaje que duró cuatro meses, tiempo que se vería recompensado con el éxito que obtuvo la película durante su paso por las salas comerciales. Y de la noche a la mañana, Hulot se convirtió en uno de los iconos del cine francés; reconocible por su manera de caminar, sus pocas palabras, su pipa, su gabardina, su gorra o su capacidad innata para crear el caos allí donde se presentase.
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