miércoles, 14 de noviembre de 2018

El reverendo (2017)

Impresiones e Ideas son las dos clases de percepciones con las que el pensador e historiador escocés David Hume echaba por tierra <<la conexión última de causas y efectos>> -<<porque no podemos extender esa experiencia más allá de las particulares instancias que estábamos observando>>-, con la <<existencia continua>> hacía otro tanto y, como consecuencia de ambas, rompía con la posibilidad de filosofar sobre preguntas que no tienen o no encuentran respuestas universales, solo la interpretación y la imaginación de quien las contesta y elige actuar en consecuencia. Desde esta lógica apunta que son las emociones, pasiones y sensaciones del individuo las que generan las imágenes particulares con las que explicamos las distintas circunstancias y esto parece encajar en los personajes de Paul Schrader, cuyas impresiones generan las ideas sombrías que los atormenta y condicionan sus posteriores elecciones. Son individuos como el conductor de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) o como el religioso interpretado con gran acierto y contención por Ethan Hawke en El reverendo (First Reformed, 2017), a quien conocemos en su intimidad. Moller intenta plasmar su interioridad y su tormento en las líneas del diario que escribe en la austeridad de su cuarto a partir de impresiones pasadas (la muerte de su hijo en Irak) que le han generado la idea de culpa (lo animó a alistarse para participar en una guerra que califica de inmoral) y de las impresiones presentes de su encuentro con el matrimonio formado por Mary (Amanda Seyfried) y Michael (Philip Ettinger) (la conversación que mantiene con el segundo y el posterior suicidio de este), que agudizan su idea de soledad, de pérdida, de desesperanza, y sus dudas existenciales. Desde ese contacto íntimo y desde influencias reconocidas -Bergman, Bresson, Dreyer, Tarkovski e incluso Ida (2013), espléndido film de Pawel Pawlikowski-, Schrader nos adentra en la espiritualidad y en la tortuosa existencia de Moller, personaje que mantiene nexos comunes con otros escritos y descritos por el realizador de Posibilidad de escape (Light Sleeper, 1992). Esos puntos comunes (religión, fe, desesperación, culpabilidad, aflicción o redención) se reúnen en la espiritualidad atormentada del reverendo, cuyas interpretaciones de la moral, de la fe o del mundo nada tienen que ver con las impresiones e ideas que dominan en la comunidad para la cual trabaja, una comunidad en la que su soledad y su vacío se hace cada vez más fuerte. Primero busca refugio en la fe que le han inculcado desde niño, en el diario que redacta y que no le concede paz, solo autocompasión, o en el alcohol que consume mientras intenta negar la enfermedad física que lo amenaza. Son elecciones, pero no soluciones que eviten su caída en el abismo de dolor que se mitiga en su relación con Mary, aunque esta tampoco le proporciona respuestas que apacigüen las dudas, la culpa y la desesperación que aumenta cada día. Su contacto con la chica y con Michael, activista ecológico con quien se entrevista, le plantea nuevos interrogantes respecto al mundo que parece descomponerse a pasos agigantados, quizá sin solución, quizá sin esperanza, pero con múltiples preguntas que no tienen más respuestas que aquellas que Moller elige darse.

Entrecomillado: David Hume. Tratado de la Naturaleza Humana

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