miércoles, 21 de febrero de 2018

La mujer y el monstruo (1954)



Hubo cineastas que hicieron su carrera dentro de la serie A, trabajando con grandes presupuestos y grandes estrellas, y prácticamente ya nadie recuerda sus nombres o sus películas y los hubo que trabajaron con escasos recursos, poco tiempo para los rodajes y actores de segunda fila, y han pasado a la historia del cine. Sin duda, gracias a sus aportes a la ciencia-ficción, este último sería el caso de Jack Arnold, cuya maestría para ajustar su creatividad a presupuestos irrisorios dio como fruto la obra maestra El increíble hombre menguante (The Incredible Shriking Man, 1957) o la espléndida La mujer y el monstruo (Crature From the Black Lagoon, 1954), quizá las más conocidas y reconocidas de su filmografía, sin olvidar que en su obra cinematográfica también se encuentran títulos tan destacados como Vinieron del espacio (It Came from Outer Space, 1953), Tarántula (Tarantula!, 1955) o The Space Children (1958). Estos cinco films convirtieron a Arnold en uno de los más grandes realizadores de ciencia-ficción de serie B de la década de 1950, además, nos descubren a un cineasta capaz de combinar en sus producciones reflexión existencial, poética y entretenimiento, una mezcla nada fácil de conseguir a la que habría que añadir su simpatía por seres diferentes como el hombre diminuto, los extraterrestres pacíficos o la criatura de la Laguna Negra que, emulando a King Kong (Merian C. Cooper y Ernest B. Schoedsack, 1933), no puede evitar fantasear con la belleza que condiciona su comportamiento. El hombre anfibio de La mujer y el monstruo se enamora de Kay Lawrence (Julie Adams), tanto, que es incapaz de dejar de observarla o de intentar raptarla, porque, consciente o inconscientemente, sus diferencias anatómicas provocan que no tenga más opción, ya que, según el personaje que lo descubre, provoca gritos, miedo, ambición o interés científicos. Esta joya de la época dorada de la fantaciencia se abre con el Big Bang, un momento en el que la nada deja de serlo para iniciar el proceso de enfriamiento que dará pie al cosmos y a la vida. En la tierra surge del fondo marino aludido por el narrador hacia el final de la introducción, que podría formar parte de un documental sobre la creación de la tierra. A partir de ahí, las dotes de narrador cinematográfico de Arnold se despliegan ante nosotros para adentrarnos en un espacio exótico (el Amazonas) donde los protagonistas nos descubren sus personalidades y las intenciones que les han llevado a formar parte de la expedición científica que investiga el extraño fósil encontrado por el profesor Maia (Antonio Moreno) en una zona de la Amazonia apenas explorada. Su hallazgo sirve de detonante para que el grupo navegue rumbo al hábitat natural de la criatura, a la que trastocan su cotidianidad, sobre todo cuando contempla a su "bella" nadando. Este instante de amor a primera vista enciende su deseo, aunque el hombre anfibio no es el único que da rienda suelta a impulsos, ambiciones o anhelos, pues, tras su imagen de científico de éxito, Mark Williams (Richard Denning) dejar entrever el rostro de la ambición desmedida, aquel que le lleva a querer acabar con lo desconocido o a competir con el bueno de David Reed (Richard Carlson) por la sensual bióloga marina que, inconsciente, también atrae a la extraña criatura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario