miércoles, 24 de enero de 2018

Tres anuncios en las afueras (2017)



El número que inicia el título de la película de Martin McDonagh también está presente en el número de personajes principales, en los anuncios que contrata Mildred Haynes (Frances McDormand), en las cartas que el jefe de policía Willoughby (Woody Harrelson) remite (a su mujer (Abby Cornish), a su ayudante Dixon (Sam Rockwell) y a la propia Mildred), y, si me apuro, en los momentos clave que provocan el avance de la trama: la visualización de los letreros por parte de la protagonista, la difícil decisión del jefe de policía y los incendios que enfurecen más si cabe a una mujer herida de dolor y de rabia. Pero Tres anuncios en las afueras (Three Billboards Outside Ebbing, Missouri, 2017) también es la suma de la humanidad y de la honestidad que rebosa su historia de desesperación, dolor, culpabilidad (que se explica en la única analepsis que el cineasta introduce en la película o en la estancia de Dixon en el hospital), pérdida, ira y esperanza, una historia que transita entre el drama y el humor negro que, recordando al de Fargo (Joel y Ethan Coen, 1996), ironiza entre otras cuestiones sobre el estancamiento e inamovilidad de las pequeñas comunidades cerradas del medio oeste y del sur rural de Estados Unidos.
 El ritmo y el equilibrio narrativo de Tres anuncios en las afueras resultan envidiables en la mayor parte de su metraje, quizá por la combinación genérica, comedia-drama entre otros, por la presencia de personajes vivos (con sus luces y sus sombras) y por un guión repleto de espléndidos diálogos y de situaciones que van de lo satírico a lo trágico, y viceversa, provocando los diferentes giros argumentales y humanos de la brillante y compleja propuesta de McDonagh.


Todo ello viaja con Mildred por la carretera donde observa los tres letreros que, en descomposición por el desuso, no tarda en alquilar para llamar la atención de los vecinos y de las autoridades locales de Ebbing, Misuri, aludiendo de manera directa a la violación y muerte de su hija y al aparente desinterés del jefe Willoughby por esclarecer el caso. Así comienza un film que transita por el drama y la comedia, también por el policíaco, por la tragedia y por el western crepuscular, y que encuentra su máximo sostén en una madre desesperada, que no derrotada, ante la aparente inamovilidad policial a la hora de esclarecer el crimen que, seis meses antes del inicio de la historia narrada por
McDonagh, acabó con la vida de su hija. El personaje interpretado por Frances McDormand es el principio y el fin de la película. Se trata de un personaje fuerte que se enfrenta a todo y a todos, incluso a sí misma, lo que conlleva sus aciertos y sus errores, porque no puede olvidar ni permitir el olvido de una localidad donde sus anuncios rompen la tranquila monotonía de los vecinos. Mildred no puede hacer otra cosa, llegando al límite de lo razonable, pues en su mente apenas hay espacio para pensar en su presente, ni en su hijo  Robbie (Lukas Hedges), ni en las circunstancia que han impedido a la policía esclarecer el crimen, tampoco en las posibles consecuencias que desencadenan sus actos. Ella hace lo que hace, contraviniendo los deseos de cuantos se cruzan en su camino, porque no puede ni quiere centrarse en otra cosa. Lo ha decidido, si nadie mueve un dedo, ella moverá diez o veinte para contradicción de su antagónico, el jefe Willoughby, un hombre que vive su vida familiar a la espera de tomar su decisión vital, una decisión que comprendemos en una de sus cartas y que nos muestra que más allá de los pensamientos, del comportamiento y de los problemas de la protagonista existen los de otros. Esta circunstancia, la de ir conociendo la naturaleza humana y, por tanto, cambiante de los personajes, se completa con la imagen de Dixon, a quien juzgamos en un primer momento mezquino, racista e inepto. Sin embargo, se trata de otro ser herido y tan humano como Mildred y Willoughby, quizá más desorientado, sin otra brújula vital que su jefe, a quien admira, y su madre (Sandy Martin), siempre pegada a una botella de cerveza mientras le manipula el pensamiento.

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