miércoles, 15 de noviembre de 2017

Muerte en el Nilo (1978)


Los relatos que he leído de Agatha Christie desaparecieron de mis recuerdos apenas cerré sus tapas, sin embargo nunca podré olvidar la adaptación cinematográfica que Billy Wilder realizó de una intriga de la escritora inglesa en Testigo de cargo (Witness for the Prosecution, 1957), un filme que, a pesar de su origen literario, es wilderiano en su concepción, en su cinismo y en su desarrollo, aunque algunos creyeron ver en él la sombra de Alfred Hitchcock, otro ilustre y excepcional cineasta, pero cuyo cine nada tiene que ver con el del autor de El apartamento (The Apartment, 1960). Entre el resto de adaptaciones que parten de la imaginación y de la narrativa de Christie también me vienen a la memoria Diez negritos (And Them There Were None, 1945), de René Clair, y los dos primeros títulos que Jim Bradbourne y Richard B. Goodwin produjeron a partir de narraciones de la novelista: Asesinato en el Orient Express (Murder on Orient Express; Sidney Lumet, 1974) y Muerte en el Nilo (Death on the Nile, John Guillermin, 1978). Las otras dos, El espejo roto (The Mirror Crack'd; Guy Hamilton, 1980) y Muerte bajo el sol (Evil Under the Sun; Guy Hamilton, 1982), las encuentro inferiores a los títulos referidos y ni siquiera sus multitudinarios repartos internacionales, reclamos populares en las cuatro producciones, le confieren el atractivo que sí encuentro en Muerte en el Nilo, quizá la más lograda del conjunto. El Hercule Poirot interpretado por Peter Ustinov resulta más natural en su petulancia y en su evidente necesidad de observar a quienes le rodean que el detective encarnado por Albert Finney en la película de Lumet. Desde su aparición en la pantalla, el Poirot de Ustinov se descubre como un mirón profesional, siempre al acecho del resto de personajes, a quienes estudia aunque parezca que no lo haga. Es un deje de su profesión detectivesca, un oficio que le ha concedido la fama que le precede, la misma que todos conocen, por eso resulta un riesgo cometer un asesinato cerca del belga, que no francés, más aún, la serie de muertes que se precipita tras el homicidio de la millonaria Linnet Ridgeway (Lois Chiles). La introducción del filme se desarrolla en un castillo inglés donde Jackie (Mia Farrow) confiesa a su amiga su intención de contraer matrimonio con Simon Doyle (Simon MacCorkindale). Pero este primer encuentro entre Simon y la rica heredera se resuelve con miradas recíprocas que dan paso a la noticia de su matrimonio. Esta circunstancia, unida a la presencia de Jackie allí donde se encuentre la pareja en su luna de miel, apunta a que la despechada ha perdido la razón, lo cual también la señala como sospechosa del fallido intento de asesinato que se produce en las ruinas de templo de Karnak. A partir de este instante, el resto de la acción se desarrolla en el barco que navega sobre las aguas del Nilo, transportando a un variopinto grupo de pasajeros que, salvo el coronel Race (David Niven), tienen sus motivos para desear la muerte de Linnet. Servida la intriga, que guarda similitudes a la expuesta por Lumet en Asesinato en el Orient Express, las dotes detectivescas de Poirot cobran protagonismo, aunque es en su relación con los pasajeros y con el entorno donde Muerte en el Nilo juega su mejor baza.

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