jueves, 7 de septiembre de 2017

Historia de dos ciudades (1935)


En 1935, la Metro-Goldwyn-Mayer era el estudio más grande y rentable de Hollywood, en buena medida gracias a dos jóvenes de talento y seguros de sí mismos que no guardaban parecido físico como sí lo hacían los dickensianos Sydney Carton y Charles Darnay de Historia de dos ciudades (A tale of two Cities). Uno de ellos se llamaba Irving Thalberg, había encumbrado al estudio a la privilegiada posición que ocupaba entre las majors sin necesidad de acreditarse en la pantalla. El otro respondía al nombre de David O'Selznick, era hijo del productor Lewis J. Selznick y yerno de Louis B. Mayer, el supuesto mandamás de la MGM. A diferencia de Thalberg, Selznick ponía su nombre por partida doble en las películas que producía, delante del título y tras el crédito correspondiente al director del film en cuestión. El primero, fallecido en 1936, pasó a la historia de Hollywood, lo mismo sucedió con David O.Selznick a raíz del monumental éxito de Lo que el viento se llevó (Gone to the Wind, 1939), una película firmada por Victor Fleming, pero ejemplo mayúsculo de un film de su productor y de la época dorada del sistema de estudios que imperaba en Hollywood. Con la adaptación de la novela de Margaret Mitchell, Selznick alcanzaba la gloria y la cima del cine de productor creador de películas, pero ya había dado muestras de su personal visión cinematográfica antes de ser su propio jefe. Si bien gozaba de gran poder dentro de la MGM, su individualidad y su necesidad de producir la gran película de todos los tiempos le llevó a abandonar la empresa gestionada por L. B. después del rodaje de Historia de dos ciudades (A Tale of Two Cities, 1935) y emprender su aventura en su productora Selznick International Pictures, fundada el mismo año que produjo dos adaptaciones de su admirado Charles Dickens: David Copperfield (
George Cukor, 1935) e Historia de dos ciudades, el último film que realizó para la Metro. En sus manos y supervisando a Jack Conway, que ejercía de director, su segunda adaptación de una obra del escritor inglés, se convirtió en una de las grandes apuestas del estudio y, como tal, su resultado fue el de una película perfecta en su desarrollo formal, con una gran estrella, Ronald Colman, con miles de extras, majestuosos decorados, obra de Cedric Gibbons, un elevado presupuesto y dosis de humor inexistentes en el original literario. Pero con todo su esplendor, el film bien pudo haber sido realizado por cualquier otro director de la casa que no fuese Conway, ya que la idea de hacer películas de la MGM y la del propio Selznick ponía a los realizadores en un segundo lugar, casi irrelevante, porque para los ejecutivos del prestigioso estudio las películas eran de quien las producía. Selznick, famoso por participar en los rodajes de manera directa, también creía que el productor (él) era el responsable máximo del rodaje, indicando a sus directores qué y cómo filmar, circunstancia que crearía diferencias con cineastas como George Cukor durante la preproducción de Lo que el viento se llevó o con King Vidor en Duelo al sol (Duel in the Sun; 1946). Sin embargo en la MGM estas diferencias apenas existían, ya que los Jack Conway, Richard Thorpe, Robert Z. Leonard (al parecer dirigió sin acreditar algunas escenas de este film) o W. S. van Dyke asumían su trabajo como buenos asalariados, de modo que sabían qué se esperaba de ellos y, si no de manera brillante, llevaban a cabo su trabajo con efectividad. Esta efectividad se observa a lo largo de los minutos de Historia de dos ciudades, en la cual también participó una pareja que en la década siguiente revolucionaría el cine de terror. Jacques Tourneur y Val Lewton coincidieron por primera vez durante el rodaje, encargados de escribir y rodar las escenas que muestran el estallido de la revolución de 1789, una revolución que Dickens expuso en su novela desde el odio de los oprimidos, cuando, tras siglos de padecimientos y explotación por parte de la aristocracia, asumen la violencia para dar rienda suelta a su venganza y a la sangre que se derrama por las calles parisinas antes y durante el regreso de Charles Darnay (Donald Woods), que acude al París de <<Libertad, Igualdad y Fraternidad, o Muerte>> para salvar la vida de uno de sus antiguos sirvientes. La admiración de Selznick por Dickens provocó que la adaptación se mantuviera fiel a la obra, sin embargo, se tomaron libertades cinemetográficas como la de prescindir de algunos pasajes de la obra, restar importancia al doctor Manette (Harry B.Walthall) o incluir comicidad en Strywer (Reginald Owen), Miss Pross (Edna May Oliver) y Jerry (Billy Bevan), y la obligación de ofrecer mayor presencia a Sydney Carton, personaje vital en el devenir de la trama literaria, un personaje que, al ser interpretado por Colman (una de las grandes estrellas de la MGM), se convierte en principio y fin de una película que arranca en la misma nocturnidad de la novela, cuando descubrimos al banquero Jarvis Lorry (Claude Gillingwater) dirigiéndose a Dover, al encuentro de Lucie Manette (Elizabeth Allan), de quien tanto Darnay como Carton se enamoraran y por quien este último sacrificará su existencia, encontrando la redención para una vida malgastada entre el alcohol y la falta de escrúpulos que le ha llevado a odiarse y consumirse en la soledad que se mitiga en compañía de los Manette.

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