miércoles, 2 de agosto de 2017

Tarzán de los monos (1918)



El impacto del Tarzán de Johnny Weissmuller, hasta en doce ocasiones repitió el papel, fue tal que, al recordar al personaje, nos viene a la memoria el rostro del actor y cinco veces oro olímpico de natación, sin embargo no fue el primero ni el último en dar cuerpo al hombre criado entre monos ideado por Edgar Rice Burroughs. El honor en lucir como el primer Tarzán recae en Gordon Griffith, quien a sus once años interpretó al joven que crecería en la selva, trepando a los árboles, amamantado y protegido por Kala, hasta cobrar las formas de Elmo Lincoln, el primero adulto. Lincoln inició su carrera de actor a las órdenes de David Wark Griffith en 1913 y, tras actuar para cineastas como Christy Cabanne, Raoul Walsh, Tod Browning o Allan Dwan, triunfó dando vida al hombre mono. Su personaje de Tarzán fue el que le dio mayor fama y lo convirtió en uno de los héroes silentes de celuloide en sucesivas producciones, entre las cuales se cuentan dos secuelas del film realizado por Scott Sidney: The Romance of Tarzán (Wilfred Lucas, 1918) y The Adventures of Tarzán (Robert F.Hill y Scott Sidney, 1921). Como consecuencia, esta sería la primera saga cinematográfica protagonizada por el famoso personaje que, desde las páginas de la novela, daba el salto a la gran pantalla en Tarzán de los monos (Tarzan the Ape Man, 1918).


Fiel a lo expuesto por el escritor británico en su original literario, Sidney expuso la historia del héroe en tres de sus estados: no nato, niñez y madurez. Evidentemente el primero se desarrolla antes de su nacimiento, cuando viaja en el vientre materno rumbo a África. Pero, antes de que sus padres alcancen su destino, la tripulación se amotina y la pareja logra salvarse gracias a la valiente intervención de Binns (George B.French), el marinero que promete reunirse con ellos en la costa, aunque contra su voluntad incumple lo dicho porque cae prisionero de esclavistas árabes. El nacimiento del niño y la muerte de sus padres cierran este primer capítulo para dar paso a la infancia del protagonista. Han transcurrido diez años desde aquel momento, ahora se observa al muchacho ajeno a sus orígenes, pues ni se ha planteado su desnudez ni sus diferencias respecto a sus hermanos simios. Su toma de conciencia se produce al contemplar su reflejo en la laguna. Esa imagen que observa muestra diferencias respecto Kala y al resto de monos. A partir de este instante el pequeño descubre sus diferencias, también empieza a ser consciente de su desnudez, la cual no forma parte de su especie y por ello roba las ropas de uno de los nativos que se adentran en el río, y de su debilidad, de tal manera que no duda en armarse con el cuchillo que halla en la choza donde, sin saberlo, yacen los restos de sus progenitores. En ese mismo espacio se produce su encuentro con Binns, que ha huido de su cautiverio y regresa al lugar donde espera hallar al matrimonio, aunque solo descubre sus huesos y, poco después, al hijo de aquellos. La relación entre ambos se convierte en la de alumno maestro. El marinero enseña lo poco que sabe al muchacho y este lo asimila a la espera de trasladarse a Inglaterra con su nuevo amigo. Aunque esto no llega a producirse debido a la presencia en la selva de los esclavistas y a la posterior persecución que los obliga a separarse. Binns huye hacia Inglaterra, no sin antes prometer que buscará ayuda, y el joven permanece en la selva, su único hogar y el medio que domina. La despedida cierra la infancia de Tarzán para descubrirnos al hombre adulto en la última parte del espléndido film de Sidney, durante la cual se desarrolla el romance entre el hombre mono y Jane (Enid Markey), la joven inglesa que acompaña a la expedición que investiga la veracidad de la historia que, omitida entre la segunda y tercera parte, Binns habría narrado en la lejana Inglaterra.

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