sábado, 19 de agosto de 2017

El virginiano (1929)


Escrita en 1902, la exitosa novela de Owen Wister dio pie, entre otras, a cinco adaptaciones realizadas en cinco momentos puntuales de la evolución del western: en los albores de Hollywood, en 1914, a cargo de Cecil B. DeMille; en pleno auge silente, en 1923, Tom Forman la llevó a la pantalla; su paso del silente al sonoro en El virginiano (The Virginian, Victor Fleming, 1929); durante el periodo de esplendor del género en la versión de Stuart Gilmore realizada en 1946 y la famosa serie de televisión en el “ocaso” genérico en la década de 1960 (en antena entre 1962 y 1971). De todas ellas, la más relevante para el género fue la tercera, tanto por ser uno de los primeros westerns sonoros rodados en exteriores —el honor de ser el primero recae en En el viejo Arizona (In the Old Arizona; Raoul Walsh e Irving Cummings, 1928)— como por sus aportaciones al imaginario popular del far west. Otro aspecto a destacar sería la presencia de Walter Huston y el protagonismo de Gary Cooper; por aquel entonces, el primero era un reputado actor teatral que, como consecuencia del sonido, abandonaba las tablas por la pantalla y el segundo se trataba de un joven actor, sin aparente talento dramático, que en esta producción alcanzaba el estrellato. Su personaje esboza las características del héroe íntegro y de pocas palabras que volvería a interpretar a lo largo de su carrera artística, de hecho, la naturalidad de Cooper para el western hace creíble la evolución de su personaje, que sufre la metamorfosis del cowboy jovial, pacífico y enamorado, al hombre que debe elegir entre la amistad y su interpretación de la ley, aquella que impera en el medio primitivo que habita, un lugar donde los habitantes asumen ser juez, jurado y verdugo.


Los primeros compases del film muestran un entorno apacible, incluso familiar. Allí se observan el lazo entre Steve (Richard Arlen) y el Virginiano, la llegada al pueblo de Molly (Mary Brian) y el enfrentamiento entre el personaje de Cooper y Trampas (Walter Huston) en el bar donde se comprende que no será el último. Estos tres momentos son claves en el devenir de los hechos, pues en ellos se concentra el conflicto que dictamina el posterior comportamiento del héroe. La primera parte de El virginiano presenta a los personajes principales, su relación (amistad, amor y rivalidad) y la que mantienen con la comunidad de la que forman parte. Inicialmente nada parece alterar la armonía reinante, aunque la intermitente presencia de Trampas amenaza con romperla, sobre todo cuando convence a Steve para que le ayude a robar ganado. Como consecuencia de dicha asociación, el héroe advierte a su amigo del peligro que supone su nuevo oficio, aunque en ese instante la amistad aún no ha sido puesta a prueba, lo será más adelante, cuando Steve sea sorprendido en compañía de varios cuatreros más. A partir de entonces, el interés de El virginiano se centra en el enfrentamiento entre el deber (asumido por el protagonista como tal) y los sentimientos que le unen a Molly y a Steve, que asume su destino sin mostrar ni rencor ni arrepentimiento, pues él, como el resto de los presentes en su linchamiento, han aceptado como ley la justicia popular. En contraposición de la tranquilidad de su amigo, se observan la decepción y la contrariedad del virginiano, quien, a pesar del dolor que implica, no duda en escoger su integridad (su idea de lo correcto) en detrimento del amigo a quien ahorca porque asume que ese es su deber. Salvo Molly, nadie contempla el ahorcamiento como un asesinato, sin embargo ella lo juzga como un crimen inexcusable, pues, aquello que para sus vecinos (niños incluidos) es obligación y parte de su cotidianidad para una profesora educada en el este resulta un acto criminal, y como tal lo censura en la discusión que mantiene con la señora Taylor (Helen Ware). El pensamiento civilizado de Molly, ajeno al primitivismo dominante, choca con la ley del viejo oeste, la única que todos salvo ella conocen y acatan a pesar de lo que implica. Por ello, la exposición realizada por Victor Fleming parece decantarse por la postura asumida por el conjunto, una postura que, aunque no comprenda ni comparta, la docente acaba por aceptar porque es su manera de expresar el amor que siente por el cowboy atormentado que antepone su honor, su hombría y el que dirán a cualquier otra circunstancia.

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