miércoles, 14 de junio de 2017

La venganza de Frank James (1940)


Como cualquier frase hecha, la negación <<nunca segundas partes fueron buenas>> simplifica y generaliza, pero ni plantea ni explica el por qué de su contundencia. Tampoco tiene en cuenta que muchas segundas partes sí fueron buenas, incluso magistrales, y confirman que lo expresado entrecomillas ni es un universal ni sirve para referirse a secuelas con identidad propia como El testamento del doctor Mabuse (Das Testament des Dr.Mabuse; Fritz Lang, 1931-1932), La novia de Frankenstein (The Brige of Frankenstein; James Whale, 1935), La venganza de la mujer pantera (The Curse of the Cat People; Robert Wise), Iván el terrible. Parte II (Ivan Groznyy II. Boyarsky zagovor; Sergéi M. Eisenstein, 1945) —nacida como un todo con la primera y la inexistente tercera parte—, 
Aparajito (Satyajit Ray, 1957), Las novias de Drácula (The Briges of Dracula; Terence Fisher, 1960), Sanjuro (Tsubaki Sanjûrô; Akira Kurosawa, 1962), Dos semanas en otra ciudad (Two Weeks in Another Town; Vincente Minnelli, 1962), El padrino parte II (The Godfather part II; Francis Ford Coppola, 1974) y tantas otras que se aproximan, igualan e incluso en ocasiones superan sus orígenes. Pero, aparte de la identidad que las define, ¿qué tienen en común todos estos títulos para alcanzar su grandeza? Que todos fueron realizados por cineastas con ambiciones y capacidades creativas que o bien tenían algo que aportar a lo ya visto o bien se distanciaron de su original para adentrase por nuevos caminos. Dentro de este grupo de secuelas con personalidad propia también encontramos La venganza de Frank James (The Return of Frank James, 1940), el primero de los tres westerns dirigidos por Fritz Lang, quien, aceptando el encargo de Darryl F. Zanuck, presentó un enfoque menos épico, más oscuro e intimista, en ocasiones cómico (el juicio a Frank James), que el expuesto por Henry King en su destacada epopeya sobre Jesse James y su enfrentamiento al todopoderoso ferrocarril de McCoy.


El punto de partida de 
Lang retoma la parte final de Tierra de audaces (Jesse James, 1939), mostrando la muerte de Jesse a manos de los hermanos Ford. Este momento resulta importante porque el film se centrará en la figura de otro hermano: Frank (Henry Fonda), a quien se descubre en el anonimato, trabajando sus tierras en compañía de Pinky (Ernest Whitman) y el joven Clem (Jackie Cooper), los únicos junto al mayor Rufus Cobb (Henry Hull) que conocen su pasado, que regresa cuando recibe la noticia del asesinato de su hermano. En un primer momento Frank se mantiene sereno y alejado de la violencia, confía en continuar con su integración social y que la ley se hará cargo de condenar a los Ford. Sin embargo, ambos son indultados y ante Frank se abre un presente de disyuntivas: permanecer en las sombras (trabajando su granja) o regresar de entre los muertos para vengar a su familiar, matar a Bob Ford (John Carradine) o salvar a Pinky de la horca, formar parte de la leyenda que se ha creado en torno a su figura o vivir la realidad en la que conoce a Eleanor (Gene Tierney), quien reúne en su persona la inocencia, el progreso y el ser parte de la conciencia del antihéroe languiano. Convertido en un hombre obligado a decidir, Frank asalta una oficina del ferrocarril con la mala fortuna de que el empleado muere por las balas que se disparan desde el exterior. Dicha muerte provoca que el mayor de los James sea un falso culpable cercano a otros personajes de Lang, de hecho, esta circunstancia se erige en el eje argumental que más interesó al realizador, que se decantó por mostrar la interioridad atormentada de un personaje que se debate entre la obligación que ha asumido (una venganza que a medida que avanza el metraje se antoja más difícil de alcanzar) y la necesidad de hacer lo correcto, aunque esto conlleve entregarse a las autoridades controladas por McCoy (Donald Meek). La falsa culpabilidad, el sistema judicial o el periodismo, en la figura de una joven que se revela contra su tiempo y contra la voluntad paterna (ella desea ser reportera), son temas que reaparecen en varios títulos estadounidenses del cineasta vienés, lo cual no hace sino confirmar que, aun siendo un encargo para aprovechar el éxito de su predecesora, La venganza de Frank James posee la identidad de su responsable y los rasgos propios que la distancian del excelente western que Henry King había rodado un año antes.

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