jueves, 12 de enero de 2017

Calle Mayor (1956)



El cine más personal de Juan Antonio Bardem adquiere su sentido en la intención del cineasta de oponerse al estancamiento sociocultural y al régimen franquista en un momento en el que muy pocos realizadores españoles lo hacían. Para ello empleó la metáfora como recurso, de otro modo producciones como Muerte de un ciclista (1955), Calle Mayor (1956) o La venganza (1957) nunca hubieran visto la luz. Para él, las películas eran el medio ideal para constatar la realidad de su momento, pero implicándose a la hora de emitir juicios sobre aquello de lo que era testigo. Por este motivo en Calle Mayor, a pesar de estar ambientada en una ciudad de provincias que podría ser cualquiera, lo que Bardem expone y juzga es el conjunto de la sociedad española de la época, la hipocresía y la apatía, la ausencia de autocrítica, las apariencias como principio y fin, la falta de diálogo o la insolidaridad que domina allí donde se mire. Fue un hecho sonado la detención del cineasta (por su postura ideológica) poco después de iniciarse el rodaje del film, como también fueron sonadas las protestas de colegas de diversos puntos del globo ante dicha circunstancia. Finalmente, Calle Mayor, que tomó su argumento de La señorita de Trevélez (1916) del comediógrafo Carlos Arniches, fue premiada en Venecia por la crítica internacional, que vio en ella otra muestra del talento de un realizador que muchos encumbraron entre los grandes cineastas del momento, pero que no tardaría en caer en el periodo de ostracismo profesional que vivió desde Nunca pasa nada (1963) hasta El puente (1976), durante el cual asumió encargos que poco tendrían que ver con sus intereses creativos y personales.


La historia, en apariencia sencilla, gira en torno a la broma que, por iniciativa de su grupo de amigos, Juan (
José Suárez) gasta a Isabel (Betsy Blair), una mujer soltera en un pueblo donde la soltería femenina a cierta edad sería signo de desprestigio y de marginalidad. A partir de su relación, ella siente la felicidad que se le había negado hasta entonces, mientras, él cae en una vorágine de remordimientos que lo engulle sin ser capaz de poner fin a la burla que su grupo de amigos planeó para salir de su desidia. Únicamente Federico (Yves Massard) y Tonia (Dora Doll) muestran su disconformidad, tildando de miserables y de cobardes a quienes como Juan son incapaces de enfrentarse a sus culpas y confesar la verdad, escudándose en el daño que podría sufrir Isabel, una mujer condenada a la soledad que implica el no ser escuchada ni valorada en un espacio donde nadie se preocupa por las necesidades ajenas. Como consecuencia, la crueldad social se encuentra presente a lo largo del metraje de Calle Mayor, en la burla, pero también en el comportamiento hipócrita del resto de vecinos que pasean sus cuerpos mientras ocultan sus vergüenzas acudiendo a procesiones y liturgias o por esa calle principal donde se muestran más interesados en señalar y saludar a este o a aquella y en recordar a la protagonista la fortuna de encontrar pareja a su edad que en intentar mirar hacia sí mismos y resolver sus miserias, las cuales formarían parte de las propias miserias de una sociedad que huye de su realidad para esconderse en la insípida y falsa cotidianidad que impide la comunicación entre sus distintos miembros y la evolución que no se produce, porque resulta más fácil que todo continúe igual que asumir decisiones como la que Juan nunca llega a tomar.

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