sábado, 28 de noviembre de 2015

Los implacables (1955)



Antes de entrar en contacto con el cine, un medio de expresión visual nuevo a principios del siglo XX, muchos de los hombres y mujeres que ayudaron a crear Hollywood deambularon de aquí para allá ejerciendo diferentes oficios. En el caso de Raoul Walsh, uno de aquellos trabajos le deparó trasladar ganado desde Veracruz a Texas y posteriormente caballos desde este estado a Montana. Pero, a buen seguro, en aquel momento de su ajetreada juventud, el director de El ladrón de Bagdad (The Thief of Bagdad; 1924) no imaginó que años después tendría ocasión de filmar un recorrido similar en Los implacables (The Tall Men, 1955). 
<<El muchacho que anhelaba ver a un cowboy se había convertido en uno de ellos>> (El cine en sus manos, Raoul Walsh). El responsable de El mundo en sus manos (The World in His Arms, 1952) alcanzó su sueño juvenil, y tuvo ocasión de mostrar las dificultades que hay que superar para hacerlos realidad en este western donde los sueños, grandes y pequeños, y su ausencia guían los comportamientos de los protagonistas. Las ilusiones personales y materiales marcan las diferencias entre los personajes principales, pero la falta de las mismas resulta excluyente para Clint Allison (Cameron Mitchell), sin mayor objetivo que seguir al lado de su hermano mayor, deambulando por el territorio de Montana después de haber participado en la guerra civil que acaba de concluir. En este punto Los implacables muestra un aprendizaje común a otros westerns, pero con la diferencia de que este no llega a producirse, ya que Clint, como consecuencia de su carácter, no puede asimilar las enseñanzas de Ben (Clark Gable), a quien venera sin llegar a comprender que su hermano solo intenta que adquiera una personalidad propia, que lo aleje del desequilibrio emocional que le domina y que, entre otras cuestiones, genera su animadversión hacia Nathan Stark (Robert Ryan), el hombre de negocios a quien asaltan y con quien poco después se asocian para trasladar el ganado a Texas.


Stark es frío, cauto y calculador en su intención de convertirse en el hombre más poderoso del territorio. Su conducta choca con la honesta sencillez del mayor de los Allison y con la inestabilidad emocional del menor, lo cual depara la sensación de que, en cualquier momento del itinerario, que se desarrolla en su práctica totalidad por espacios abiertos, se producirá un enfrentamiento directo entre ellos. Durante el viaje al que se une Nella Turner (Jane Russell), las relaciones y las conductas son el principio y fin de los personajes. Pero desde una perspectiva material, el sueño de Ben es inferior al de Stark, tajante respecto a <<Yo no tengo ningún interés en los sueños pequeños>>. También es más humilde que el asumido por Nella, condicionada por la pobreza de su infancia y por el bienestar futuro que le ofrece el empresario. A estos dos personajes les une la ambición, aunque los sentimientos de Nella hacia Ben le plantean la elección entre una vida de lujos o una compartida con un hombre que antepone sus principios a los bienes materiales, lo que provoca que la relación entre ambos se desarrolle entre la atracción y el rechazo, sensaciones que también definen la que se produce entre los antagonistas masculinos (Ben y Nathan), quienes, a pesar de sus evidentes diferencias, se respetan y admiran. <<Es el único hombre que he respetado en mi vida. Es lo que todo niño sueña que va a ser cuando crezca, y lo que todo viejo siente no haber sido>>, afirma Stark poco antes de que concluya esta poético itinerario en la que se combina con maestría el intimismo de los protagonistas con la grandeza de los escenarios naturales por donde transitan.

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