martes, 10 de marzo de 2015

La gran estafa (1973)


Desde un aspecto puramente cinematográfico, la década de 1960 no fue la más prolífica para Don Siegel, asiduo durante este periodo al medio televisivo, tanto en series como en teleflms, entre los que sobresale Código del hampa, uno de sus mejores trabajos y estrenado en salas comerciales debido a la supuesta violencia que contenían sus imágenes. Este film podría considerarse un antecedente del cine policíaco de la década siguiente, como también lo sería Brigada suicida, thriller que abre su último periodo cinematográfico, caracterizado por sus colaboraciones con Clint Eastwood, pero también por producciones tan destacadas como El último pistolero y La gran estafa
 (Charley Varrick, 1973). Esta última, otro buen ejemplo del policíaco de los setenta, resulta mucho más desconocida que Harry el sucio, pero se trata de un film más personal, ya que el realizador de La invasión de los ladrones de cuerpos pudo asumir el control del rodaje, algo poco frecuente a lo largo de la carrera de un realizador que solía trabajar dentro del sistema de estudios. Aparte de ser una de las películas que filmó con mayor libertad, La gran estafa muestra su precisión y contundencia narrativa, sobre todo en su inicio, cuando se detalla el asalto a una pequeña sucursal bancaria situada en una localidad rural de Nuevo México, donde la mafia blanquea su dinero. Durante el atraco se observa en Charley Varrick (Walter Matthau) a alguien que no deja cabos sueltos: tiene gente dentro del local y se ha caracterizado para que nadie pueda reconocerlo, sin embargo ha pasado por alto que está robando a quien no debe, como tampoco cuenta con que la situación que parece tener controlada se descontrole y uno de sus socios muera en el acto, mientras que, en el exterior, un policía hiere a su mujer (Jacqueline Scott), que fallece poco después. Pero Charley no tiene tiempo para lamentaciones, solo para alejarse en compañía del otro superviviente de su equipo y esconderse a la espera de contar un botín que supera sus expectativas. Tres cuartos de millón de dólares es demasiado dinero para una sucursal rural, así que la única explicación posible conlleva la certeza de que los dueños del dinero son individuos peligrosos que no pararan hasta darles caza. Como otros personajes de Siegel, Charlie Varrick es un antihéroe solitario que se enfrenta a un entorno donde la amenaza le obliga a tomar decisiones drásticas (utiliza a quien precisa para llevar la delantera a su perseguidor) y a dejar a un lado sus emociones, porque solo así podrá sobrevivir a una situación en la que siempre se muestra más listo, frío y calculador que el asesino profesional contratado por la organización a la que ha robado.

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