martes, 22 de julio de 2014

La gran juerga (1966)

El debut de Bourvil y Louis de Funès como actores cinematográficos se produjo hacia 1945, pero con suertes dispares, ya que si bien el primero no tardó en hacerse un hueco entre los grandes cómicos del cine francés, el segundo desempeñó papeles secundarios hasta que en el último tramo de la década de 1950 alcanzó el protagonismo, y posteriormente el éxito internacional con El gendarme de Saint Tropez (Jean Girault, 1964). Estos dos referentes de la comedia gala coincidieron por primera vez en la pantalla en la excelente La travesía de París (Claude Autant-Lara, 1955), en la que Bourvil interpretó un papel de ingenuo que repetiría en numerosas ocasiones, mientras que de Funès asumió un rol secundario que poco tendría que ver con aquellos personajes cascarrabias que le dieron fama y conquistaron el favor del público. Una década después de compartir escenas en el film de Autan-Lara volvieron a trabajar juntos en El hombre del Cadillac (Gérard Oury,1965), en la que ambos tuvieron papeles protagonistas, repitiendo al año siguiente en La gran juerga (La grande vadrouille, 1966). Además de la presencia de los dos actores, otro de los alicientes de esta comedia ambientada durante la ocupación alemana de Francia residió en contar con un tercer cómico, el británico Terry-Thomas, quien dio vida a uno de los tres miembros de la RAF que al inicio del film sobrevuelan el cielo parisino antes de lanzarse en paracaídas. Gérard Oury, el responsable del film, aprovechó al máximo la presencia de estos imprescindibles de la comedia para dotar a sus personajes de la inocencia e ingenuidad exhibida por Bourvil, de la caricatura del típico gentleman inglés realizada por Thomas y del histrionismo de Louis de Funès, que se observa en toda su dimensión en Stanislas, el director musical al que dio vida y a quien se descubre en la ópera, batuta en mano, antes de su encuentro en los baños turcos con Agustín (Bourvil), que al igual que él oculta a uno de los soldados británicos caídos sobre París. Desde ese instante los dos parisinos se convierten en fugitivos y en héroes a la fuerza en su intento por ayudar a los miembros de la RAF, también perseguidos por los alemanes, lo que genera confusiones, imprevistos y situaciones cómicas que giran en torno a los dos ciudadanos franceses que, en contra de su voluntad, se ven envueltos en una fuga alocada por territorio ocupado mientras dan rienda suelta al enfrentamiento entre sus personalidades y a la amistad que se gesta a medida que avanzan en su recorrido hacia la Francia libre.

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