martes, 15 de abril de 2014

El fantasma de la ópera (1925)



La Universal de Carl Laemmle tuvo una importancia crucial en el desarrollo del cine de terror durante la década de 1930 gracias a producciones como Drácula (Tod Browning, 1931), El doctor Frankenstein (Dr. Frankenstein, James Whale, 1931), La novia de Frankenstein (The Bride of Frankenstein, James Whale, 1935), La momía (The Mummy, Karl Freund, 1932) o El hombre invisible (The Invisible Man, James Whale, 1933), pero años antes ya había coqueteado con el género que la hizo grande en
 El jorobado de Nuestra Señora (The Hunchback of Notre DameWallace Worsley, 1923), El fantasma de la ópera (The Phamton of the OperaRupert Julian, 1925) o El legado tenebroso (The Cat and the CanaryPaul Leni, 1927), destacando en las dos primeras la inquietante presencia del actor Lon Chaney, el rostro por excelencia del terror silente. Chaney poseía la aparente facilidad para asumir aspectos monstruosos como el concedido a Erik, el atormentado protagonista de la primera adaptación cinematográfica de El fantasma de la ópera, escrita en 1910 por Gastón Leroux, cuyo rodaje se inició en 1923, pero debido a los cuatro montajes realizados para convencer a Laemmle, no sería estrenada hasta 1925; posteriormente, en 1929, sufriría un nuevo montaje en el que se añadieron escenas adicionales. Esta costosa producción corrió a cargo del actor y realizador neozelandés Rupert Julian, aunque algunas escenas fueron dirigidas por el propio Chaney y, poco antes de la conclusión del rodaje, por Edward Sedwick (habitual colaborador del gran Buster Keaton), que sustituyó a Julian al frente de un proyecto que destaca por su concepción visual, deudora del expresionismo alemán, y por la presencia de ese atormentado personaje que, oculto entre las sombras de la ópera de París, observa y se enamora de Christine (Mary Philbin). La joven cantante se deja engatusar por el fantasma porque este le promete el éxito a cambio de que rechace a su enamorado, el vizconde Raoul de Chagny (Norman Kerry), y se ofrezca a él; aunque, cuando llega la hora de saldar cuentas por el puesto de primera estrella femenina de la compañía, el extraño le muestra su rostro y ella lo repudia. Así pues no resulta ninguna coincidencia que Christine, en la parte final de la película, participe en la representación de Fausto, pues al igual que el personaje de Goethe acepta un trato con el que piensa satisfacer sus ambiciones y deseos, sin embargo, al descubrir la verdadera fisionomía de Erik cambia de parecer y pretende romperlo, y para ello se vale del vizconde con quien se había mostrado distante a raíz de la aparición del enigmático personaje. El fantasma de la ópera transcurre en dos espacios opuestos: la superficie de la ópera donde Erik se encuentra relegado a ocultarse del resto de los mortales y en las profundidades de los subterráneos donde reina exiliado del mundo de los vivos y adonde conduce a la mujer que ama y que finalmente se convierte en su perdición. Posiblemente El fantasma de la ópera sea la película más mitificada de Chaney, aunque no por ello la mejor de este actor a quien se le dio el sobrenombre de "el hombre de las mil caras", no en vano a lo largo de su carrera artística ofreció una gran variedad de registros en producciones tan destacadas como sus colaboraciones con el director Tod BrowningThe Penalty (Wallace Worsley, 1920), El que recibe el bofetón (He Who Gets Slapped, Victor Sjöström, 1924) y tantas otras que lo convirtieron en una de las grandes estrellas del cine mudo y en un mito del transformismo facial.

2 comentarios:

  1. vi la primera versiopn .Naci en 1931 Esa pelucla con Chaney es fabulosa y la mas real... para mi üarecer.....

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    1. De las versiones que he visto, para mí también es la mejor.

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