lunes, 17 de marzo de 2014

1941 (1979)


Los más de cuarenta millones de dólares que recaudó durante su exhibición en cines no fueron suficientes para compensar el alto coste de esta producción que en un principio iba a ser dirigida por John Milius, y que finalmente se convirtió en el primer y más sonado fracaso comercial de Steven Spielberg, quien por aquel entonces se había asentado entre los directores más taquilleros gracias a Tiburón y Encuentros en la tercera fase. A pesar de que 1941 dista de ser un film redondo posee momentos de gran hilaridad que ofrecen una perspectiva alocada de una circunstancia tan seria como la histeria colectiva que se desata entre la población civil; aunque a buen seguro en manos de Milius hubiese sido una película muy distinta, que poco o nada tendría que ver con la realizada por Spielberg a partir del guión de Robert Zemeckis y Bob Gale. 1941 se desarrolla en uno de los días que siguieron al ataque que la armada imperial japonesa realizó sobre Pearl Harbor, la madrugada del domingo siete de diciembre del año al que hace referencia el título. Dicho bombardeo metió de lleno a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, pero también provocó el miedo y la paranoia entre la población civil estadounidense, así como su rencor hacia los japoneses, a quien los protagonistas de la película empiezan a ver por todas partes. La acción se ubica en la costa californiana donde se observa a civiles y a militares condicionados ante una hipotética invasión, un improbable que marca el comportamiento de los numerosos personajes que a lo largo de las casi dos horas de metraje dan rienda suelta a su incompetencia y a su alterada percepción de la realidad, aquella que ellos mismos se inventan como consecuencia de la histeria colectiva. Desde la primera escena, en la que Spielberg se autoparodia haciendo un guiño a Tiburón, se comprende que 1941 pretende ser un homenaje al cine hecho en Hollywood, localidad que los ocupantes del submarino japonés comandado por dos actores míticos de la talla de Toshiro Mifune y Christopher Lee pretenden destruir. A pesar de esta intención, y de la creencia popular, el sumergible enemigo no forma parte de un ataque masivo, ni siquiera plantea mayor peligro que la destrucción de una noria o la captura de Hollis Wood (Slim Pickens), que resulta ser menos glamuroso que el buscado por los marinos del imperio del sol naciente. En un principio la presencia de la nave pasa desapercibida para todos, salvo para la bañista que es perseguida y observada a través del periscopio por un soldado japonés que empieza a adorar Hollywood. Mientras esto ocurre mar adentro, en tierra firme se sospecha que el ataque enemigo se producirá a gran escala, empleando medios similares a los utilizados en las islas Hawaii, además de contar con el apoyo de quintacolumnistas que instigan desde dentro, aunque seguramente de manera menos efectiva que el innecesario personaje que responde al nombre de Wild Bill Kelson (John Belushi), y se presenta como un piloto altamente cualificado para destruir cuanto encuentra a su paso, incapaz de controlar su evidente grosería y su violento desequilibrio, dos armas que jugaron en contra de la comicidad del film. En otros puntos geográficos de la zona se descubre al ciudadano que asume responsabilidades, representados entre otros por un joven bailarín (Bobby Di Ciccio) que inicialmente se mantiene al margen o por el padre de su novia (Ned Beatty), en cuyo jardín instalan una batería antiaérea que acaba tentándole, y mucho, pues asume su derecho constitucional a defender su hogar, y poco después su derecho individual a ser él quien acabe destruyéndolo. A pesar de poseer momentos de gran comicidad, 1941 no funciona como un todo debido al gran número de personajes y de situaciones a las que, con menor o mayor fortuna, Spielberg prestó atención, lo que provocó (y provoca en su visionado) los constantes altibajos que se descubren entre las escenas, algunas tan acertadas como las protagonizadas por un impagable Slim Pickens, por el capitán Birkhead (Tim Matheson), que se agencia un avión para poder seducir a una chica (Nancy Allen) que solo arranca en pleno vuelo, o por el general Stilwell (Robert Stack) y su entrega incondicional a la hora de disfrutar de Dumbo (Ben Sharpsteen,1941), como años después también harían los Gremlins (Joe Dante, 1984) con Blancanieves y los siete enanitos.(David Hand, 1937).

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