jueves, 7 de noviembre de 2013

El botones (1960)

Después de años actuando para otros, el cómico Jerry Lewis debutó en la dirección de largometrajes con la comedia El botones (The Bellboy), en la que también asumió labores de guionista y productor, además de desdoblarse como actor al realizar una autoparodia del Lewis estrella de cine, más cercano a su imagen real, y al encarnar al botones protagonista que da título a este homenaje a la comedia muda en general, y a su admirado Stan Laurel en particular. Stanley (Jerry Lewis) trabaja en el hotel Fontainebleau de Miami donde, salvo algún momento puntual, se desarrolla la sucesión de irregulares gags que componen un metraje que carece de estructura argumental. Pero la falta de argumento no es un defecto del guión, sino que forma parte intencionada del mismo, ya que El botones ni precisa ni busca una historia, al nacer el humor de las situaciones creadas por un cómico cuya inventiva se perfeccionaría a lo largo de producciones repletas de momentos tan hilarantes como la parte final de Jerry Calamidad (The Patsy, 1964) o la mayoría de los que componen un film tan divertido e innovador como Las joyas de la familia (The Family Jewels, 1965). A pesar de sus muchos detractores, quizá por su histrionismo o por el personaje que representaba, Lewis demostró a lo largo de los años sesenta que era un digno heredero de los actores del slapstick, al tiempo que se confirmaba como la imagen del cómico moderno. El estreno en la dirección de Lewis muestra una serie situaciones en las que su personaje no pronuncia palabra, hecho que provoca que la hilaridad recaiga en exclusiva en aspectos visuales, que giran alrededor del solícito botones que realiza cualquier cometido dentro de un hotel donde se suceden los huéspedes y sus compañeros de oficio, que parecen salidos del cuerpo de marines. Si bien el film presenta altibajos, resulta una comedia refrescante que se decanta por la comicidad de un personaje que seguía la línea marcada en sus colaboraciones como actor a las órdenes, entre otros, de Frank Tashlin, a quien se podría considerar una de sus influencias, como también lo sería ese entrañable personaje que fue Stanley Laurel, a quien Bill Richmond (coguionista habitual de Lewis en posteriores películas) encarnó en el film.

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