sábado, 2 de noviembre de 2013

Artistas y modelos (1955)


En 1946 se produjo el encuentro que cambió las vidas del cantante Dean Martin y del cómico Jerry Lewis, a partir de ese momento se inició su colaboración artística, primero actuando en salas de fiestas, para poco después hacerlo también en la radio, en la televisión y finalmente en Hollywood. Durante la década de los cincuenta se convirtieron en la pareja cómica de moda en la gran pantalla gracias a comedias musicales producidas por la Paramount y dirigidas en su mayoría por Hal Walker, Norman Taurog y George Marshall. A grandes rasgos se trata de películas sin pretensiones artísticas, pero con la loable intención de hacer reír siguiendo un planteamiento sencillo, basado en la relación entre opuestos en la que el galán interpretado por Martin domina al patoso e incomprendido soñador encarnado por Lewis, rol que éste perfeccionaría a partir de sus colaboraciones en solitario con Frank Tashlin, con quien trabajó por primera vez en Artistas y modelos (Artists and Models). Esta película marcó un antes y un después en las carreras artísticas tanto del realizador como del comediante, produciéndose el salto de calidad que se descubre en las seis comedias que Tashlin le dirigió una vez disuelto el dúo, producciones más divertidas, sarcásticas, a ratos crueles y surrealistas, y mejor desarrolladas que las anteriores. A lo largo de su asociación, Tashlin y Lewis fueron puliendo un estilo propio, basado el gag visual, al tiempo que hacían lo mismo con el personaje encarnado por el segundo, un antihéroe enfrentado a un mundo hostil y egoísta que alcanza su perfección en Caso clínico en la clínica, la última colaboración entre uno de los grandes directores de la comedia cómica y un actor que había alcanzando el Olimpo de las estrellas humorísticas. Artistas y modelos, el primero de los dos largometrajes que Tashlin dirigió a la pareja, sería un esbozo de lo que estaba por venir, pero también define la relación artística que unió a Jerry Lewis y a Dean Martin, ya que, al igual que en sus anteriores aventuras cinematográficas, se descubre al primero encarnando a un personaje torpe, fantasioso y de una inocencia que choca con un entorno donde se encuentra sometido a la personalidad del galán racional interpretado por el segundo. Pero, como ocurrió con AbbottCostelloBob Hope y Bing Crosby, o los míticos Laurel y Hardy (parejas también formadas por opuestos). el paso del tiempo desgastó la fórmula, que desde un punto de vista artístico nunca llegó a funcionar del todo, además de crear el insalvable distanciamiento entre ambos actores, que pusieron punto y final a su sociedad en Loco por Anita, también rodada por Frank Tashlin. Posteriormente las carreras de los dos intérpretes continuaría en solitario, siendo mucho más interesantes que su etapa conjunta. Además de triunfar como cantante, Martin destacaría por sus trabajos como actor a las órdenes de directores de renombre como Howard Hawks en Río Bravo, Vincente Minnelli en Como un torrente, Billy Wilder en Bésame tonto o Henry Hathaway en Los cuatro hijos de Katie Elder. Mientras que el cómico, a parte de su experiencia con Tashlin, tendría su momento de gloría como productor, guionista y director durante los años sesenta, alcanzando la cumbre de su cine en El profesor chiflado. Sin la presencia de Martin el personaje del humorista dejaba de aparentar ser el cretino de la función para ser el principio y fin de la misma, dando rienda suelta a su histrionismo y a la inventiva que se descubre en los gags creados a partir de su supuesta torpeza. En Artistas y modelos Lewis interpretó a Eugene, un aspirante a escritor de cuentos infantiles, mientras que Martin dio vida a Rick, un pintor sin oficio ni beneficio, pero con atractivo para las mujeres, aunque inicialmente Abigail (Dorothy Malone), su nueva vecina y autora del cómic que obsesiona a Eugene, lo rechace. Los abundantes momentos de comicidad se alternan con las canciones a lo largo de la trama, que gira en torno a las falsas apariencias, algo recurrente en el cine de Tashlin, responsable de sacar lo mejor de su pupilo y de imprimir el ritmo adecuado para que la acción no decayese, sobre todo gracias a la mezcla de fantasía y realidad inherentes al patán enamorado de la heroína del cómic que descubre en su edificio; aunque en realidad se trata de la compañera de piso de la escritora, que en sus ratos libres le sirve como modelo. Este personaje femenino resulta un apoyo cómico más consistente que el del galán, sobre todo por la innegable vis cómica de Shirley MacLaine, actriz que no tardaría en convertirse en una de las grandes de la pantalla gracias a su señorita Kubelik en la magistral El apartamento (Billy Wilder, 1960).

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