miércoles, 9 de octubre de 2013

Enamorada (1946)


Desde sus inicios, la cinematografía mexicana ha dado grandes películas, aunque podría decirse que su periodo más floreciente se produjo entre la segunda mitad de la década de 1930 y los últimos años de los cincuenta. Durante aquella época dorada el cine mexicano se convirtió en el más influyente y activo de los países de habla hispana, con títulos tan representativos como La mujer del puerto (Arcady Boytler, 1934), Vámonos con Pancho Villa (Fernando de Fuentes, 1936), Ahí está el detalle (Juan Bustillo Oro, 1940) o Los olvidados (Luis Buñuel, 1950). Muchos fueron los artífices de dicho esplendor, y entre ellos Emilio Fernández, realizador que durante los años cuarenta encadenó una serie de títulos que le convirtieron por derecho propio en uno de los grandes cineastas de la historia cinematográfica azteca. De su producción como director (también fue guionista, productor y actor) destacan entre otras María Candelaria, Las abandonadas, La perla, Enamorada, Río escondido o La pueblerina. A lo largo de estas y otras producciones trabajó con mitos del cine mexicano como el imprescindible director de fotografía Gabriel Figueroa, el actor Pedro Armendáriz o las actrices María FélixDolores del Río. Los tres primeros tomaron parte en Enamorada, por la que Fernández fue recompensado con el premio Ariel al mejor director, galardón que volvería a ganar en otras tres ocasiones. También María Félix sería galardonada por su interpretación, no así ArmendárizFigueroa, que sí obtuvo una mención especial en Cannes por su labor fotográfica en este destacado film que arranca con la batalla que precede a la entrada del revolucionario José Juan Reyes (Pedro Armendáriz) en Cholula. Durante los créditos se observa que Enamorada toma la revolución mexicana como telón de fondo para desarrollar una historia que se divide en dos partes. En la primera el general Reyes asume el total protagonismo al mostrar su carácter, su ideología y su idealismo en la reunión que mantiene con los representantes de las clases privilegiadas a quienes ha arrestado para confiscar sus bienes. Mediante este encuentro se descubre el por qué de su apoyo a la revuelta, de la que piensa que puede surgir una sociedad más justa e igualitaria; en ese instante también se observa que se trata de un hombre que detesta a quienes no se posicionan ni a favor ni en contra de aquéllo que afecta a todo el país (porque para él no muestran ni compromiso ni ideales, y se decantan según convenga a sus intereses). La segunda parte se centra en la relación de atracción-rechazo que surge entre el oficial y Beatriz (María Félix), la hija de uno de los hombres más ricos de la ciudad (y prisionero de Reyes). En todo momento Beatriz se muestra orgullosa y segura de su superioridad, comportamiento que no esconde cierto desdén y que enamora al revolucionario en el mismo instante en el que coinciden en la plaza, donde el general se dice que esa ha de ser su esposa. A partir de ese momento la revolución pasa a un segundo plano, y la figura femenina gana en protagonismo al ocupar la totalidad del pensamiento de Reyes, quien acude desesperado al encuentro del padre Rafael (Fernando Fernández), su amigo del seminario y cura del lugar, para pedirle ayuda, ya que se ha enamorado de una desconocida de quien nada sabe. El religioso escucha sus palabras de amor como anteriormente había escuchado las palabras que justificaban su lucha, sin embargo, solo puede aconsejarle que se olvide de ella, pues la mujer de quien habla está prometida. En Enamorada el romance se plantea combinado momentos cómicos (los primeros encuentros entre Beatriz y el conquistador, durante los cuales la chica se comporta como una especie de Fierecilla (no) domada) y dramáticos (se les observa tan contrarios como lo están los ámbitos sociales a los que representan). Quizá por esa diferencia de clases, que se enfrentan en la revolución, resulta imposible pensar que pueda producirse una relación entre ellos, al menos no desde la igualdad (que tampoco existía entre el hombre y la mujer como se observa durante los últimos suspiros del film); sin embargo, Reyes asume que debe mostrar sus sentimientos para ahondar en los de una joven que en un primer momento se niega a aceptar los propios.

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