miércoles, 18 de septiembre de 2013

Encubridora (1952)


La balada Chuck-a-Luck que abre Encubridora (Rancho Notorius, 1952), y que volverá a sonar en otros momentos puntuales del film, define a la perfección lo que se verá a lo largo del western más personal y oscuro de los tres rodados por Fritz Lang. Encubridora, título con el que se estrenó en España, hace referencia al personaje de Altar Keane (Marlene Dietrich), la mujer a quien Vern Haskell (Arthur Kennedy) conoce a través de los comentarios de varios individuos a quienes interroga mientras avanza en la persecución del asesino de su prometida. Odio, asesinato, venganza, son tres palabras que se escuchan en la canción, las mismas que marcan el itinerario del joven en su larga búsqueda, que le conduce hasta la celda donde se encuentra con Frenchy Fairmont (Mel Ferrer), el pistolero enamorado de Altar. Para alcanzar su meta el vengador no duda en engañar al fugitivo ofreciendo una amistad que no siente, pero de la que se vale para que el forajido le lleve hasta "La rueda de la fortuna". Aparte de ser el título que Howard Hughes cambió por razones que no convencieron a LangChuck-a-Luck es el nombre del rancho donde los forajidos se cobijan a cambio de un diez por ciento de sus botines, pero también es el juego de azar que unió al pistolero y a la antigua cantante que allí se esconde (dos personajes que no resultan desconocidos para el espectador gracias a los flashbacks introducidos durante las pesquisas de Haskell). Altar se descubre segura de sí misma, dueña de un reino de delincuencia donde las preguntas están prohibidas, y donde ella se maneja a la perfección entre rufianes que a su lado lo parecen menos. La estancia de Vern en el rancho le muestra como una fiera al acecho de su presa, para él cualquiera podría ser el objeto de su obsesión, aunque en un primer momento se decanta por el más mujeriego de los bandidos. Durante su permanencia en "La rueda de la fortuna" aprende a disparar, emulando a Frenchy, a quien utiliza en una amistad marcada por las sospechas, por su necesidad de saciar la sed de venganza que le domina y por los celos que condicionan al cansado pistolero, cuando descubre que entre la mujer que ama y el joven que le ha acompañado existe una atracción que impide la suya. A pesar de todos los impedimentos con los que Lang se enfrentó durante el rodaje de Encubridora (escaso presupuesto, cortes en el montaje o su enfrentamiento con Marlene Dietrich, que exigía que su personaje tuviese una apariencia más juvenil), este se presenta como un film totalmente languiano, donde la nocturnidad y la tragedia señalan el destino de sus personajes, al tiempo que niega la existencia de un héroe de rasgos generosos, no duda en seducir a la cantante para alcanzar su fin ni en traicionar la confianza de un pistolero víctima de su mala fortuna. De ese modo, el vengador se muestra más violento que el supuesto antagonista, un hombre hastiado, triste y cuya única esperanza la encuentra en el amor que siente por una mujer que, tras su dura apariencia, esconde la decepción en la que vive, y de la que parece alejarse con la presencia de ese joven que la seduce porque solo siente odio, muerte y venganza.

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