domingo, 9 de junio de 2013

¿Teléfono Rojo?, volamos hacia Moscú (1964)



Atraco perfecto (The Killing, 1956) o Senderos de gloria (Path of Glory, 1957) son películas más redondas que Espartaco (Spartacus, 1960) y menos “escandalosas” que Lolita (1962), pero fueron los éxitos de estas últimas las que propiciaron que Stanley Kubrick pudiese encarar con total libertad creativa su siguiente y sorprendente proyecto. ¿Pero cuál de los proyectos de Kubrick no fue sorprendente, en algún o en muchos sentidos? 
¿Teléfono Rojo?, volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) sorprendió y resultó una magnífica excepción cómica en su obra cinematográfica, una hilarante y magistral anomalía que satiriza sin piedad una situación tan seria como la guerra fría y los juegos de guerra entre dos potencias que asumen que el mundo es el tablero para su partida.


En un primer momento, Kubrick había pensado plantearla desde una perspectiva dramática, la misma que ofrece la novela en la que se inspiró, por suerte cambió su intención inicial y se decantó por un enfoque irónico que la diferenciaría de cualquier otra película que abordase un hipotético conflicto nuclear, que por aquellos años a punto estuvo de convertirse en realidad, sobre todo a raíz de las fotografías aéreas que desvelaban la posible presencia de misiles nucleares soviéticos en la isla de Cuba en 1962. ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú es una obra capital de la sátira crítica, en ella se expone, desde el humor negro, la parodia y la ironía, una cruda reflexión sobre la inutilidad y peligros inherentes a la guerra fría que enfrentaba a las dos superpotencias que representaban a los dos grandes bloques en los que se había dividido el mundo. Si bien Kubrick no fue el primero en abordar el tema de un posible holocausto nuclear, antes lo habían hecho Stanley Kramer en La hora final (On the Beach) o Val Guest en El día que la tierra se incendió (The Day the Earth Caught Fire), tampoco sería el último, pocos meses después, Sidney Lumet estrenaría Punto Límite (Fail Safe) (otra magnífica manera de exponer la misma preocupación y situación), sí fue el primero en ofrecer un enfoque mordaz y satírico de lo absurdo de un enfrentamiento atómico que podría provocar la destrucción total; ese mismo absurdo es el que domina en el film y el que le confiere sentido a una situación que no lo tiene y que suena irracional. Al igual que haría Lumet posteriormente en Punto Límite (Fail Safe), Kubrick dividió la acción en tres escenarios que se van relevando a lo largo del metraje: la base militar desde donde se da la orden de ataque, y donde se observa al capitán Mandrake (Peter Sellers) sufriendo la locura del general Ripper (Sterling Hayden), el centro de defensa donde políticos y militares se reúnen para tratar la crisis desde puntos de vista que ponen en duda sus capacidades intelectuales, y el avión pilotado por un cowboy (Slim Pickens) convencido de que ha llegado el momento de demostrar su talento como jinete.



Al inicio del film, poco antes de que Ripper dé rienda suelta a su paranoico deseo de supremacía, se observan varios carteles en los que se lee: "Peace is our profession" , credo que el general interpreta de un modo un tanto peculiar, convencido de que el ataque nuclear contra suelo soviético es la única manera de salvaguardar la paz, la libertad y la pureza de los fluidos naturales que tanto le preocupan. La locura de este alto mando militar provoca que el conflicto latente hasta ese instante se convierta en una trágica realidad, que obliga al presidente Muffey (Peter Sellers) a reunirse con sus consejeros de defensa para buscar posibles soluciones. Pero en lugar de respuestas obtiene evasivas o comportamientos como el del general Turgidson (George C.Scott), que no duda en remarcarle que fue él quien aprobó el proyecto del que ahora se queja, además, de decirle ¿por qué tendrían que desechar un programa de defensa como éste por culpa de un pequeño fallo humano? El Dr. Strangelove (de nuevo Peter Sellers) es otra de las presencias que destacan en esa sala de control descontrolada; se trata de un científico cuyo pasado e ideología se desvelan a través de sus exclamaciones, de su brazo derecho, siempre dispuesto a alzarse a modo de saludo, y de la milagrosa recuperación de su movilidad cuando comprende que el holocausto conlleva la implantación de un nuevo y perfecto orden racial. Gracias a la constante presencia de humor negro e ingenio, ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú se convirtió en una de las obras cumbres de la comedia crítica, pero su intención iba más allá, ya que pretendía una reflexión individual y colectiva sobre los peligros que entrañaban los juegos de guerra que se traían entre manos ambos bandos; y desde luego, lo consiguió, pues el humor empleado por Kubrick acentuó el sin sentido y el peligro que desvelan las imágenes de sus estrafalarios personajes, responsables del destino de la raza humana.

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