viernes, 3 de mayo de 2013

La pícara puritana (1937)


Sus inicios profesionales datan del cine mudo, época durante la cual realizó la mayoría de sus títulos, pero suele recordarse a Leo McCarey por su segunda versión del drama Tú y yo y por sus comedias sonoras. Suyo fue uno de los mejores disparates de los hermanos MarxSopa de ganso y suyas fueron Nobleza obliga, La vía lácteaHubo una luna de miel, El buen Sam y La pícara puritana (Awful Truth), sin duda, un título fundamental para el desarrollo de la screwball comedy. Su novedoso y elegante enfoque del enredo ayudó a sentar las bases de la comedia de la época, unas bases que se centran en el rechazo de la pareja protagonista y en la fuerte atracción que se esconde tras este. El inicio del film nos descubre a un individuo que toma rayos uva en un gimnasio para adquirir el bronceado que convenza a su esposa de su estancia en Florida, cuando en realidad solo forma parte de su engaño. Este mismo individuo, que responde al nombre de Jerry (Cary Grant), llega a su casa convencido de que su amada y engañada esposa le aguarda impaciente, pero resulta que allí no hay el menor rastro de Lucy (Irene Dunne), cuestión que provoca los jocosos comentarios de los acompañantes de ese marido que escucha bromas acerca de una posible infidelidad por parte de la fiel esposa. Parece quedar claro que Jerry ve correctas las relaciones extramaritales, siempre que no sea su mujer quien las mantenga, de modo que censura a Lucy cuando se presenta acompañada por un tal monsieur Duvalle (Alex D'Arcy), con quien no mantiene el romance que su marido sospecha. A partir de ese instante se produce la ruptura y la acción se traslada a un juzgado donde se celebra la vista para la separación, allí mismo también se acuerda la custodia de Mr.Smith, el perro indeciso que ambos quieren para sí. Inmediatamente después de la vista, se descubre a una Lucy triste, encerrada en un cuarto solitario, aunque por allí se deja ver su tía Patsy (Cecil Cunningham), deseosa de que su sobrina se olvide de su cuasi ex, pues todavía faltan noventa días para que se cumpla la separación definitiva. Patsy la alienta a retomar su vida social, en la que por casualidad aparece Daniel Leeson (Ralph Bellamy), un multimillonario del medio oeste que se enamora de ella. Hay quien dice que un amor se olvida con otro, pero ¿que verdad hay en tal afirmación?, para Lucy ninguna, pues, aunque empieza a salir con Daniel, la presencia de Jerry es constante, y no solo en su mente, sino físicamente, ya que éste desea entorpecer la nueva relación de su todavía esposa. No cabe la menor duda de que entre ambos existe una complicidad que nadie más comparte, hecho que provoca que se necesiten y se complementen, no obstante, su terquedad provoca que se retarde su definitiva unión, y mientras eso ocurre se produce un nuevo vuelco en el enredo. Ahora es Jerry quien va a casarse, y Lucy no desaprovecha la oportunidad para presentarse en la casa de la prometida (Barbara Vance), donde dice ser la hermana de su marido, aunque con un comportamiento bastante vulgar para alguien de buena familia, pero efectivo a la hora de provocar que la situación se descontrole. La pícara puritana es una de las grandes screwball comedy, en ella se descubren aspectos que aparecerían en posteriores producciones del subgénero, además, su pareja protagonista alcanza una química excepcional, que nada tendría que envidiar a la que el propio Cary Grant formó con Katharine Hepburn en dos clásicos como La fiera de mi niña e Historias de Filadelfía.

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