lunes, 8 de abril de 2013

Vida de Oharu, mujer galante (1952)


La figura femenina es uno de los ejes de la filmografía de Kenji Mizoguchi, quien, sin duda, fue de los cineastas que mejor supo retratar el sufrimiento de personajes femeninos dentro de sociedades jerarquizadas, donde las mujeres mantendrían un estatus supeditado al hombre y a las costumbres de la época. En Vida de Oharu, mujer galanteMizoguchi desarrolló un drama trágico ambientado en el siglo XVII, en un Japón anclado en tradiciones feudales, algunas de las cuales todavía perdurarían durante su infancia, incluso afectando a su núcleo familiar. El tema de la mujer enfrentada a un entorno cultural que la oprime alcanza uno de sus máximos exponentes en la figura de Oharu (Kinuyo Tanaka), a quien se conoce en un primer momento desde su caminar, que evidencia la derrota existencial tras una vida, supeditada a decisiones ajenas, que se irá mostrando desde recuerdos capaces de transmitir las sensaciones que la dominan mientras deambula por un marco de desesperación e imposibilidad. La Oharu del presente ha padecido pesares que no han dependido de sus elecciones, sino de imposiciones como la pérdida de su amor, la de su hijo o la de su dignidad, finalizando sus días como miembro del estamento social más bajo. Los fragmentos vitales se muestran al espectador mediante un largo flashback que se inicia con la joven Oharu, cuando sirve en la corte, privilegio que le corresponde por su abolengo aristocrático, pues su padre, Shinzaemon (Ichiro Sugai), proviene de una antigua estirpe de samuráis. Su situación social implica privilegios, pero también inconvenientes como la imposibilidad de mantener relaciones sentimentales con miembros de estamentos inferiores. Y debido a la realidad estamental que rige la sociedad Tokugawa a la que pertenece, la experiencia de Oharu se torna trágica cuando se descubre el amor que le une a Katsunosuke (Toshiro Mifune), un criado a quien se castiga con la muerte, mientras que a ella y a sus padres se les condena al destierro. A raíz de ese instante de crueldad, legitimado por un sistema donde todos los estamentos se muestran intolerantes, se inicia el sufrimiento vital de la joven, a quien se observa durante las sucesivas etapas que se desvelan de sus recuerdos: su padre la obliga a convertirse en la concubina de un noble que busca descendencia, es apartada de su bebé después de dar a luz, devuelta a su hogar con poco más que lo puesto, su padre la vende a una casa de cortesanas o vive un momento de paz cuando logra casarse con un comerciante que no tarda en ser asesinado por unos asaltantes. Así pues la vida de Oharu se compone de constantes giros existenciales que la han convertido en la vieja que se observa al inicio del film, cuando se descubre en su rostro y en sus gestos los estragos de un destino que nunca ha estado en sus manos.

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