domingo, 28 de abril de 2013

La ley de la calle (1983)


Varios meses después de que asumiera un proyecto basado en una novela escrita por Susan E. Hinton, Francis Ford Coppola se embarcó en otra adaptación de la escritora: La ley de la calle (Rumble Fish, 1983), también relacionada con pandilleros en busca de una identidad negada por el espacio en el que habitan. De ese modo, se puede hablar de reflejos entre una película y otra, y que al tiempo que se complementa se oponen para realizar un retrato de la familia más allá de la sangre y lo generacional. Debido a este punto de partida similar en cuanto a temática, en el cine de Coppola la familia es una constante, se podría pensar que La ley de la calle es un film reverso de Rebeldes (The Outsiders, 1983). Difieren como el color y el blanco y negro de sus respectivas fotografías. Rebeldes es colorista, por momentos tierna y, aunque no carece de elementos poéticos, expone de manera explícita el universo externo e interno de sus adolescentes protagonistas en su búsqueda existencial. Por su parte, La ley de la calle se descubre más abstracta y metafórica, sombría y alucinada, como salida de un sueño o de una fantasía herida. En ambos casos, Coppola aborda las inquietudes y profundiza en la interioridad de sus protagonistas adolescentes, desubicados y marginales como los Dallas, Ponyboy y compañía o como Rusty James (Matt Dillon), que nada sabe de mitología griega, pero que mitifica a su hermano mayor (Mickey Rourke) y crea una fantasía a su alrededor, incluso asume su mundo monocromático. Rusty James quiere ser como la imagen idealizada que tiene del “chico de la moto”, a quien los del chicos del barrio ven como un un rey y una leyenda, cuando él lo que siente es no tener lugar ni presente y teme que su hermano pequeño corra el mismo destino. El resultado de lo expuesto por Coppola a lo largo de los minutos de La ley de la calle es una magnífica película, que prosigue en su evolución como cineasta total que experimenta con la imagen, los sonidos, el montaje y una narrativa intimista que ya había empezado en La conversación y continuó en Corazonada. En cierta medida, La ley de la calle y las nombradas son el reverso de su cine comercial, y esta película más que ninguna hasta entonces refleja a Coppola en sus protagonistas: sueña y al tiempo siente decepción.


Los dos hermanos son fuera de tiempo, marginados incluso entre los marginados, en ese presente en blanco y negro que sueña añorando una época inexistente o que solo existió en la imaginación de peces que luchan contra sí mismos, contra su propio reflejo, como sucede con Rusty, cuando ve su reflejo en color y lo golpea. Rusty James y “el chico de la moto” muestran comportamientos y pensamientos opuestos; mientras el primero desea emular las hazañas pandilleras del mayor, a aquel le resulta imposible dejar atrás la decepción que domina su visión del entorno presente, al que regresa tras varios meses de ausencia. La fama del motero le precede; los jóvenes del barrio le consideran un rey y un ejemplo a seguir, y más que ningún otro, es su hermano quien más le admira, obsesionado con la idea de convertirse en la imagen idealizada que tiene de su familiar y de la época en la que aquel reinaba en las calles. Sin embargo, en la mirada y en los silencios del “chico de la moto” se descubre un presente repleto de insatisfacciones, provocadas por los cambios producidos a lo largo de los años y por su percepción visual en blanco y negro, la misma que le permite observar la realidad de un espacio físico, pero también espiritual, donde todos parecen dejarse arrastrar por una violencia innata que les iguala a los peces luchadores de Siam a los que alude el título original. La ley de la calle entra de lleno en la atormentada y soñadora personalidad de sus protagonistas, condicionada por cuanto observan dentro de un espacio de sombras fantasmagóricas capaz de desorientar a cuantos en él habitan; pero el film de Coppola también se detiene, como es habitual en muchas de sus películas, en las relaciones familiares; de ese modo, al tiempo que se produce la fraterna, aparece la paterno-filial, en la cual se descubre que la imposibilidad también habita en el padre (Dennis Hopper), quien, sin lograrlo, alivia sus pesares en el alcohol mientras desea que Rusty no se convierta en su hermano, pues es consciente de que el chico de la moto está condenado a desaparecer de esas calles donde ha visto la verdad que esconde la sombría atmósfera que les envuelve.



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