lunes, 4 de marzo de 2013

Llegaron a Cordura (1959)


Tras su exilio europeo, durante el cual rodó films como Alejandro Magno (1956) o Mambo (1954), Robert Rossen regresó a Estados Unidos y filmó Llegaron a Cordura (They came to Cordura, 1959), película que no pudo realizar a su gusto, como consecuencia de la intervención del productor, que exigió un final contrario al pretendido por el cineasta. Aún así, el largometraje posee un interesante análisis de la obsesiva necesidad que domina al personaje principal.
 La acción de Llegaron a Cordura se desarrolla durante un conflicto entre tropas rebeldes mexicanas y el ejército estadounidense a principios del siglo XX. Durante la campaña bélica algunos muchachos muestran un valor merecedor de la medalla de honor del congreso, o eso decide el mayor Thorn (Gary Cooper) cuando desde la distancia observa la carga contra el rancho donde se atrincheran las fuerzas enemigas. El oficial comprende que se trata de una táctica de ataque suicida e inútil, y solo el comportamiento individual de algunos de los soldados salva una situación crítica. Pero un acto de valentía no convierte a un individuo en héroe, como tampoco un acto de cobardía implica que alguien sea un cobarde, sin embargo, esta realidad se escapa a la percepción del oficial responsable de crear héroes a partir de hombres, mencionando a cinco soldados para que se les conceda el mayor honor al que pueden acceder como militares. Reunido el grupo, emprenden el camino hacia Cordura a lo largo de un recorrido donde se observa que la heroicidad no existe, solo los actos, algunos correctos y otros censurables e incluso ruines. A medida que avanzan, obligados por la decisión de un oficial que se encuentra obsesionado con la idea del valor, quizá porque se ha catalogado a sí mismo como un cobarde, se descubre que ninguno desea la mención, al tiempo que empiezan a producirse los primeros incidentes dentro de un grupo del que también forma parte Adelaida Geary (Rita Hayworth), la prisionera que advierte al mayor de que una acción no define a un hombre. En los soldados, sobre todo en tres de ellos, se observa una realidad ajena a la que se espera de un héroe; el cabo Trubee (Richard Conte) chantajea y miente para salirse con la suya, el sargento Chawk (Van Heflin) se alistó para escapar de una acusación por asesinato, y no cabe duda de que sería capaz de volver a matar, del mismo modo que sería capaz de abusar de la mujer que se convierte en testigo de los hechos. Finalmente, se descubre en el teniente Fowler (Tab Hunter), supuesto oficial y caballero, a alguien dispuesto a disparar sobre su comandante, cuando este yace moribundo hacia el final de su obsesiva búsqueda de la heroicidad. El comandante lleva su convicción hasta extremos insospechados, que delatan más valor que el de sus acompañantes, aunque también se advierte que dicho valor nace de una especie de ilógica necesidad de demostrarse así mismo algo indemostrable. Como película de un excelente director y guionista Llegaron a Cordura convence a medias, ya que se trata de un film reflexivo, bien ideado y bien interpretado, sin embargo, no funciona como otras realizaciones de Rossen, quizá por la intromisión no deseada en facetas que corresponden al director. Convencido de la imposibilidad de realizar un cine personal dentro de los estudios, el realizador de Cuerpo y Alma abandonó Hollywood, aunque por suerte no el cine, realizando posteriormente El buscavidas y Lilith, dos magníficos films donde mostró su gran personalidad creativa.

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