jueves, 21 de febrero de 2013

¡Qué ruina de función! (1992)


La mayor parte del público que acude al estreno lo hace en busca de diversión, ajeno a los aspectos que no se muestran sobre las tablas del escenario, y que sí se descubren entre bastidores o en los ensayos; se trata de circunstancias e imprevistos que Lloyd Fellowes (Michael Caine) conoce de primera mano, no en vano es el director de la comedia que va a representarse en esa sala teatral que abandona antes de que se levante el telón. Intranquilo, tenso, asustado, Lloyd se pasea por Broadway al tiempo que realiza un recorrido por los malentendidos y equívocos que se descubren desde sus recuerdos y sus palabras. El tiempo retrocede hasta detenerse el día del estreno en Des Moines, durante el último ensayo, donde se ultima el primer acto de la comedia que va a ser representada por un elenco un tanto peculiar. Allí se observa la constante presencia de Fellowes, consciente de que si continúan por esos derroteros la obra será un estrepitoso fracaso, ya que todo parece salir mal; aunque probablemente en anteriores montajes habría sentido lo mismo al tener que lidiar con algún actor que, al igual que Frederick Dallas (Christopher Reeve), mostrase sus dudase ante el guión, del mismo modo habría dirigido a otros tan desorientados como Selsdon (Denholm Elliott) o a parejas de enamorados como Garry (John Ritter) y Dotty (Carol Burnett). No obstante, después de observar lo que sucede en el escenario, se entiende que las preocupaciones de Lloyd vayan más allá de mantener el equilibrio en sus relaciones afectivas con Poppy (Julie Hagerty) y Brooke (Nicollette Sheridan). Con la conclusión del ensayo se cierra la primera parte del film, que inmediatamente levanta el telón en la matinee que tiene lugar en Miami Beach ante un grupo de ancianos que aguarda el comienzo de un espectáculo que en nada se parece al que se está desarrollando detrás del decorado. Las escenas que supuestamente observan los espectadores serían similares a las mostradas durante el desastroso ensayo, sin embargo la cámara de Peter Bogdanovich se centra en el enredo que se desarrolla fuera de escena, aumentando de ese modo la sensación caótica y desastrosa que nunca abandona a un montaje que posteriormente se traslada a Cleveland. Por tercera vez se observa a los actores representando ese primer (y único) acto, pero en esta ocasión la atención vuelve a centrarse en la representación del libreto, aunque desde una perspectiva alocada como consecuencia de nuevos malentendidos entre los miembros de la compañía. ¡Qué ruina de función! (Noises off) utiliza ese primer acto como excusa para dar rienda suelta a un divertido enredo, perfectamente sincronizado en los tres recuerdos, cada uno de los cuales resulta necesario para completar una perspectiva muy divertida de los entresijos que rodean la puesta en marcha de un montaje teatral un tanto especial, causante del miedo escénico que domina a Fellowes en el presente, mientras aguarda la confirmación de la catastrófica noche de estreno en Broadway.

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