miércoles, 2 de enero de 2013

El signo del zorro (1940)


En todo momento y con evidente soltura e ironía, Rouben Mamoulian sigue las pautas establecidas en las aventuras de capa y espada, desde los duelos y las persecuciones hasta las situaciones cómicas, pasando por la historia de amor que une al héroe y a la joven heroína, aquí, Lolita Quintero (Linda Darnell). Quizá por todo ello resulte un film de argumento previsible, pero su previsibilidad argumental no resta para que El signo del Zorro (The Mark of Zorro, 1940) sea una excelente oportunidad para comprobar la habilidad de Mamoulian para la acción y la aventura, la de un héroe mítico como el Zorro, que ya había sido interpretado veinte años atrás por Douglas Fairbanks en La marca del Zorro (The Mark of Zorro, Fred Niblo, 1920). El de Niblo es un espléndido film silente en el que ya se descubren esas pautas a seguir en las aventuras de justicieros que esconden su identidad para actuar contra la opresión dominante y liberar su entorno. Pero el de Mamoulian lo supera. Como parte del protocolo y de los buenos modales, lo primero a realizar en este tipo de producciones es la presentación. Pues ¿qué mejor forma para dar a conocer al héroe, y su fachada, que mostrarlo en plena actuación?
 Todos los cadetes consideran un honor enfrentarse a la espada de Diego Vega (Tyrone Power), excelente jinete y espadachín californiano que lleva diez años alejado de su hogar, al que regresa después de leer la carta enviada por su padre (Montagu Love). Diego clava su espada en el techo del local madrileño donde se despide de sus amigos, convencido de que ya no tendrá ocasión de utilizarla en la pacífica villa de Los Ángeles, sin embargo, cuando desembarca en California descubre que la población tiembla al escuchar que se trata del hijo del alcalde. Diego todavía piensa que su padre ejerce dicho cargo, pero pronto descubre que Don Luis Quintero (J. Edward Bromberg) ocupa el puesto de edil, obligando al pueblo a un excesivo pago de impuestos con el que pretende enriquecerse. El marco de injusticia social provoca que el hijo pródigo asuma el rol de justiciero enmascarado, similar en muchos aspectos al héroe de La pimpinela escarlata (The Scarlet Pimpernel, Harold Young, 1934), que firma sus visitas con una Z que atemoriza a sus enemigos, entre quienes se encuentra el capitán Esteban Pasquale (Basil Rathbone), quien, además de tener que desafiar con la espada al hombre de la máscara, debe lidiar con el petimetre de Vega, porque en este consentido vanidoso y presumido encuentra a un duro rival en sus atenciones para con la alcaldesa (Gale Sondergaard). Diego juega con la imagen y engaña a todos, ya sean enemigos o amigos, pues es el único medio que encuentra para liberar al pueblo de la opresión en la que viven. De ese modo, ocultando aptitudes y exagerando modales, realiza el doble juego que le permite acceder a las intimidades de Quintero, que se descubre como un hombre asustado ante la amenazante presencia del Zorro, la cual le convence para proponer a su sobrina (Linda Darnell) como esposa de Diego y así suavizar sus relaciones con Alejandro Vega y demás terratenientes.

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