jueves, 3 de enero de 2013

El salario del crimen (1964)

A pesar de que el cine negro es un género típico del Hollywood de los años cuarenta y cincuenta también se desarrolló en mayor o menor medida en otros lugares del globo. Durante la década de 1950 y los primeros años de la siguiente en España se rodaron varios títulos que se pueden inscribir dentro del género, ya que en ellos se descubren características tan recurrentes del film noir como la presencia de la mujer fatal, las atmósferas turbias o los seres atrapados camino de la perdición, tres cuestiones que se citan en El salario del crimen, ejemplo de policíaco hispano que narra la caída en desgracia de un inspector de policía mientras investiga el asesinato de uno de sus compañeros. Mario (Arturo Fernández) se presenta en una boutique para interrogar a una modelo con relación al paradero del sospechoso a quien se propone dar caza, pero sus ojos se desvían hacia Elsa (Françoise Brion), la dueña del local. La belleza y la carnalidad de la propietaria desatan el deseo en el inspector, a pesar de ser consciente de que ni ella ni el lujoso ambiente en el que se mueve están hechos para alguien como él. El policía no puede evitar la fuerte atracción que la mujer despierta en él, y a pesar de que lo intenta se ve incapaz de abandonarla una vez iniciada su relación. Mario, consciente de que su chica no piensa abandonar los lujos a los que se ha acostumbrado, siente la necesidad de encontrar dinero, lo necesita para complacerla y sentir que su amante le pertenece por completo, dicha obsesión le aparta del camino correcto y le aleja tanto de su trabajo como de su ambiente. Parece perdido, cambiado, su comportamiento no es el mismo de antes, lo cual preocupa a Jaime (Manuel Alexandre), que atribuye el estado de ánimo de su compañero a su enamoramiento. Mientras se confirma la caída al vacío de Mario, el jefe de policía (José Bódalo) intenta recordarle en qué consiste ser un buen agente, sin sospechar que el joven inspector planea dar un golpe (casi) perfecto con el que conseguir el dinero que Elsa necesita. Entrar y salir de la sucursal bancaria sin que nadie sufra daño y sin que nadie le reconozca, simple, efectivo, rápido; así pues se disfraza y consigue que el director del banco (José María Caffarel) le permita acceder a la recaudación diaria, momento que aprovecha para golpear al directivo, que por desgracia sufre del corazón y muere en el acto. En ese instante se confirma la imposibilidad de volver atrás, convertido en aquello que siempre ha odiado y perseguido, incapaz de dejar de sentir la sensación de que con el botín Elsa será suya. El film de Julio Buchs va creciendo en intensidad a medida que trascurren los minutos y se confirma el cambio en el policía, obsesionado con la femme fatale que emplea su belleza para convertirle en un juguete en sus manos; sin embargo el personaje femenino de El salario del crimen tiene que utilizar sus armas fuera de cuadro, algo lógico si se tiene en cuenta que se trata de un film realizado bajo la atenta mirada de la censura, que por aquel entonces empezaba a mostrarse menos rígida que años precedentes, pero todavía aferrada a las consignas morales del régimen franquista, quizá por ello siempre se observa que Mario no quiere hacer lo que hace, pero se ve empujado por sus sentimientos hacia esa mujer que esconde a Daniel (Alberto Dalbes), el criminal a quien el agente ha olvidado porque ahora él se ha convertido en un delincuente que sólo piensa en salir indemne de los hechos que rodean al asalto al banco.

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