viernes, 7 de diciembre de 2012

Los cautivos (1957)


En Los cautivos (The Tall T, 1957), el personaje interpretado por Randolph Scott no busca la venganza que le permita cicatrizar una herida del pasado, motor vital de la mayoría de sus personajes a las órdenes de Budd Boetticher; Pat Brennan (Randolph Scott) cabalga por un roquedal desolado hasta detenerse en la posta donde descubre su intención de adquirir un semental para la cría de ganado, sin embargo su objetivo se altera porque no es su día de suerte. Cuando llega al rancho de su antiguo jefe (Robert Burton) acepta la apuesta que éste le propone, en la que pierde su caballo. Sin toro y sin montura emprende el camino de regreso hasta sus tierras, espacio que nunca llega a verse, pero al que se hace referencia para descubrir que se trata de un ser solitario que busca un comienzo y no una venganza. Cansado de caminar se detiene por un instante en el que la suerte cambia, a peor, cuando sube a la diligencia alquilada por Doretta (Maureen O'Sullivan), heredera de una mina, y Williard Mims (John Hubbard), su engreído esposo. El vehículo alcanza la posta en la que se inició el film, aunque en ese momento el lugar parece desierto, allí no encuentran el menor rastro ni del propietario ni de su hijo, pero sí de tres asaltantes que disparan sobre el cochero (Arthur Hunnicutt) y convierten a los supervivientes en rehenes. Los cautivos es otro excelente western perteneciente al denominado ciclo Ranow, siete películas interpretadas por Randolph Scott y dirigidas por Budd Boetticher, figura clave del género, cuya precisión narrativa, moderna y realista, superó con creces la falta de medios, sustituidos por la calidad y el entusiasmo de un director cuya aportación se reivindica con el paso del tiempo. Una de las características de sus western con el actor sería la desolación externa por donde transitan personajes que guardan en su interior la soledad y la decepción que se descubre en el jefe de los forajidos, Frank Usher (Richard Boone), harto de una existencia que no le satisface, pero que asume imposible cambiar. Su relación con Brennan permite descubrir similitudes, así como diferencias en cuanto al comportamiento y a las decisiones que les separan, pues Frank y sus compinches han aceptado un destino en el que matar no les crea el menor conflicto moral, ya lo han hecho y lo volverán a hacer en cuanto cobren el rescate propuesto por Willard Mims, convencido éste de que consiguiéndoles dinero salvará su vida. La conducta de este individuo muestra su naturaleza, ruin, egoísta y cobarde, apuntada en su comportamiento anterior a su decisión de abandonar a su esposa en manos de unos forajidos que no tienen nada que perder. Ante los hechos que observa, Brennan guarda su opinión, aunque su mirada delata censura y decepción hacia la figura de ese marido capaz de vender a su esposa, hecho que también disgusta al jefe de los asesinos, a pesar de que acepta el ofrecimiento. Frank aborrece a Willard, pero siente simpatía hacia Brennan, impasible en su comportamiento y escueto en sus respuestas, quizá porque en el ganadero vería la imagen de sí mismo en esa vida que desea, pero que sabe que nunca alcanzará.

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