lunes, 3 de septiembre de 2012

Recuerdo de una noche (1940)


Una mirada de hoy podría ver que 
Mitchell Leisen tuvo el privilegio de rodar varios guiones de Billy Wilder (Medianoche, Arise, my love y Si no amaneciera) y Preston Sturges (Una chica afortunada y Recuerdo de una noche), pero una mirada de entonces podría observar que los privilegiados eran estos dos inolvidables guionistas que decidieron pasarse a la dirección después de comprobar como sus guiones sufrían alteraciones o se filmaban con un ritmo demasiado lento. Una mirada atemporal, ojearía a con prejuicios mínimos y descubriría que las películas de Leisen, basadas en los escritos de ambos, son excelentes películas. ¿Cómo habrían sido de haberlas dirigido Wilder o Sturges? Nos queda la duda como respuesta o la indiferencia a la pregunta. Por otra parte, se debe agradecer a Mitchell Leisen el impulso involuntario que animó a Preston Sturges y a Billy Wilder a dar el paso para convertirse en guionista-director y, esto no fue premeditado, legar al cine obras magistrales. Pero centrándome en Recuerdo de una noche (Remember the Night, 1941), además de ser una buena comedia romántica, en la que el romance entre sus dos protagonistas acapara la mayor parte del metraje, es también el film tras el cual se produjo un cambio dentro el sistema de los estudios del Hollywood clásico, pues, tras el rodaje, Preston Sturges rompió la barrera que separaba al guionista de la dirección y se convirtió en el primero de los guionistas hollywoodienses en dirigir, al rodar El gran McGinty (The Great McGinty, 1940), precediendo a los Billy Wilder —que había realizado su primer film, Curvas peligrosas (Mauvaise graine, 1934), durante su estancia en Francia—, John Huston, Richard Brooks, Samuel Fuller, Joseph L. Mankiewicz o Robert Rossen.


La acción de
Recuerdo de una noche se desarrolla en Navidad, mala época para que cualquier jurado envíe a la cárcel a una ladrona como Lee Leander (Barbara Stanwyck); dicho inconveniente (o ventaja según del lado que se mire) no se le escapa al ayudante del fiscal, John Sargent (Fred MacMurray), quien en un alarde de falsa caballerosidad consigue que el juicio sea pospuesto hasta después de Año Nuevo. La actitud del abogado no es generosa, más bien interesada, ya que demorando el proceso evita una sentencia favorable a la acusada, pues, en la sala, el jurado parece dominado por la emotividad y la benevolencia de la época navideña. No obstante, John sabe que ha empleado una estrategia poco ética para conseguir la condena de Lee; y pretende apartar sus remordimientos consiguiendo la libertad baja fianza de la acusada, sin saber que ésta será conducida a su casa y él tendrá que hacerse cargo de ella durante toda la festividad. Con este inicio no cabe la menor duda de que ambos se enamorarán sin remedio, romance que se confirma durante la estancia de Lee en el hogar de la familia Sargent, a la que John regresa para celebrar la Navidad y donde descubre que se ha enamorado de la solitaria mujer que le corresponde encerrar entre rejas. La estancia de Lee en la casa de los Sargent le permite comprobar el amor y la calidez de un verdadero hogar (no como aquel donde habría pasado sus primeros años), al tiempo que sus sentimiento le convencen de sacrificarse por el futuro del hombre que ama, el mismo que no está dispuesto a que la mujer que pretende como esposa sea condenada. Si se compara el ritmo de Recuerdo de una noche y el de las comedias dirigidas por Sturges, no resulta extraño comprender a qué se refería el director-guionista cuando se quejaba del ritmo lento que otros directores daban a sus guiones, ya que su modo de dirigir rebosaba vitalidad y energía, mientras que en el de Leisen primaría la elegancia.

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