viernes, 14 de septiembre de 2012

Al servicio de las damas (1936)



Rodada como parte de un proyecto personal, Gregory La Cava, sin duda uno de los cineastas más independientes del Hollywood de la época, dirigió, produjo e intervino en el guión de Al servicio de las damas (My Man Godfrey, 1936). Además, impuso a William Powell como el mayordomo protagonista. Su personaje pasa de la tranquilidad y la miseria, que se respiran en el vertedero municipal donde vive, a la sofisticada y alocada irrealidad a la que accede tras su encuentro con una desconocida. Durante la década de los años treinta la depresión económica afectaba a millones de personas como Godfrey, personas que lo habrían perdido todo como consecuencia de la grave crisis surgida tras el crack de 1929; pero este individuo es un personaje de comedia y como tal tiene más suerte que la mayoría de los seres de carne y hueso que vivían en las calles reales de las ciudades reales, a la espera de un milagro o una oportunidad que se le presenta cuando conoce a dos jóvenes un tanto caprichosas y consentidas. Este inicio sirvió para que La Cava mostrase dos paisajes urbanos opuestos, pero que conviven (sin contacto) dentro de un mismo entorno: el lujoso (donde se desarrolla la práctica totalidad de la trama) y el mísero hogar donde vive el futuro mayordomo, contraposición que puede leerse como una especie de crítica al comportamiento del sector más pudiente de la sociedad durante aquel periodo de recesión, y que confirma que la sátira y la risa pueden ser perfectas para plasmar situaciones desesperantes que no tienen nada de gracia. La aparición de Irene (Carole Lombard) y Cornelia Bullock (Gail Patrick), ricas, alocadas y caprichosas, en el vertedero municipal donde vive el pobre Godfrey, harapiento y hambriento, resulta chocante para éste, ya que no encuentra el menor chiste en la propuesta de esa tal Cornelia. cuando le ofrece cinco dólares a cambio de acompañarla al hotel donde se celebra el juego que las ha llevado hasta él. Durante la negociación, el hombre empuja a la millonaria, cuestión que provoca la atracción inmediata de Irene, pues es el primer hombre que no claudica ante los encantos de su hermana. Despechada, Cornelia abandona el lugar, pero Irene permanece al lado de Godfrey, con quien habla del juego en cuestión, el mismo que intriga al vagabundo y que le decide a acompañar a la joven para que ella sea la ganadora, aunque en realidad lo hace para observar de cerca el comportamiento de unos individuos que parecen vivir en una fiesta constante, que les aleja de tener que pensar en la situación social que les rodea y que, en principio, no les afecta. En el salón del hotel, el sirviente confirma lo que se temía y se encuentra en medio de una pandilla ridícula que ha decidido vivir en una burbuja de falso glamour y sincera estupidez; aún así, después de decir lo que piensa, acepta la propuesta de Irene de convertirse en el mayordomo de la familia, o como ella dice: en su protegido. El asistente se convierte en uno más dentro del hogar Bullock, que por el comportamiento que observa en sus moradores bien podía tratarse de un centro de salud mental; pero Godfrey es un hombre de recursos inagotables, paciente, culto, tolerante e inteligente, que parece querer guardar su pasado a buen recaudo mientras realiza su cometido con tanto empeño y buena voluntad que no tarda en conquistar a la señora Bullock (Alice Brady) y a Molly (Jean Dixon), una doncella que, en la intimidad de la cocina, comparte llantos con Irene, cuando ambas se convencen de que tiene mujer e hijos. La estancia del nuevo mayordomo cambia la vida de las mujeres de la casa, pero lidiar con todas ellas no resulta tarea sencilla, ya que al acoso de Irene se le une el comportamiento impredecible de la señora Bullock, que tiene como protegido a Carlo (Mischa Auer), un artista cuyas máximas cualidades serían el gorroneo e imitar a algún tipo de simio. No todos aceptan al bueno de Godfrey, que se encuentra de pleno con la animadversión que provoca en Cornelia, quien en el fondo también ha sucumbido a su personalidad y a su encanto, muy diferentes al del resto de hombres que conoce. El rechazo mutuo provoca la ira de aquella, quien mediante malas artes intenta echarle de casa, a pesar de ser el protegido de Irene, quien tan pronto se muestra feliz como la más desgraciada de las mujeres, ya que se desvive por llamar la atención de un hombre que se ocupa de todo, incluso de los negocios del cabeza de familia (Eugene Pallette) (el único cuerdo dentro de un entorno de desquiciados), menos de ella.

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