martes, 17 de julio de 2012

Los gritos del silencio (1984)


A principios de la década de 1970, mientras ejército estadounidense combatía en Vietnam, surgió en Camboya una guerrilla de tendencias comunistas (aunque mas bien serían totalitarias) conocida como el Jemer Rojo, la cual, apoyada por los campesinos, se levantó en armas contra el dictador Lon Nol, quien a su vez se había hecho con el poder tras un golpe de estado. El gobierno de Lon Nol se alió a favor de los americanos, permitiendo que el suelo camboyano se convirtiera en una enorme base militar y estratégica, sin embargo, pronto el conflicto vietnamita sería sustituido por uno interno. El conflicto camboyano derivó en una guerra en ciertos aspectos similar a la que se producía en el país vecino, siendo ésta cubierta por reporteros como Sydney Schanberg (
Sam Waterston), que gracias a la colaboración de un periodista autóctono pudo realizar su trabajo de manera más eficiente. Los gritos del silencio (The Killing Fields, 1984) se basa en hechos reales, y narra la experiencia del periodista del New York Times Sydney Schanberg y de su colaborador camboyano Dith Pran (Haing S Ngor), el auténtico protagonista del film, al ser testigo directo de la brutal represión sufrida por el pueblo camboyano entre 1975 y 1979. El film dirigido por Roland Joffé comienza en 1973, con un bombardeo erróneo por parte de bombarderos estadounidense a una población camboyana, donde mueren cientos de civiles, hecho que Sydney Schamberg pretende cubrir después de tener noticia del mismo. Dos años después, en 1975, las tropas norteamericanas abandonan Camboya, dejando vía libre para que el Jemer Rojo (muchos de sus miembros son niños o adolescentes) tome Phnom Pehn, realidad que provoca la salida masiva de los civiles occidentales y de los supuestos enemigos internos del grupo guerrillero que ha conquistado el país. Sydney tiene la oportunidad de irse, pero decide quedarse para informar al mundo de la situación que se vive en Camboya, a pesar de ser consciente del peligro que eso conlleva, sobretodo para Pran, camboyano de nacimiento y periodista de profesión, y enemigo del pueblo según la irracional ideología que se impone en en país; pero Pran decide quedarse, por amistad y porque es su decisión. El presente se complica en la capital camboyana, donde unos pocos occidentales y un grupo de camboyanos se refugian en la embajada francesa, supuestamente la única segura; desde su interior observan la situación que se vive fuera de los muros, sin tener claro qué futuro les aguarda, hasta que los rebeles camboyanos exigen la salida de todos sus paisanos. Dicha orden conlleva una realidad que Sydney, Al Rockoff (John Malkovich) y John Swain (Julian Sands) (dos reporteros que adquieren en ese instante una gran responsabilidad) comprenden al instante, conscientes de la posibilidad (casi certeza) de que asesinen a Pran, a quien pretenden salvar falsificando un pasaporte que podría significar su su salida del país; sin embargo, los esfuerzos resultan estériles y Pran se ve obligado a abandonar la embajada. De nuevo en Nueva York, a salvo del conflicto, Sydney no puede olvidar a su amigo, porque se siente responsable de su suerte, y por ese motivo escribe a todas las organizaciones y embajadas, sin saber si su compañero ha muerto o todavía continúa con vida. Pero Pran vive, aunque no se podría aventurar por cuanto tiempo, ya que se encuentra prisionero en un campo de trabajo, donde descubre que se trata de un campo de exterminio. Entre 1975 y 1979, el nuevo gobierno camboyano exterminó alrededor de un cuarto de la población, por ser considerada enemiga del régimen, si a esa aberración ideológica se le suman la hambruna, las epidemias, la tortura y el odio, se completa el genocidio sufrido por el pueblo después de que el Jemer Rojo asumiese el control de la nación. La represión a la que se ven condenados hombres como Dith Pran, que debe resistir en un entorno dentro del cual la menor señal de contacto con el pasado significa la muerte, le obliga a pasar desapercibido, aferrándose a cualquier esperanza para poder sobrevivir, sin embargo, allí, la vida no se respeta, ya que la irracionalidad y el odio se han impuesto a la cordura.

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