martes, 26 de junio de 2012

Gattaca (1997)


Con la aparición de la primera sociedad surgieron las primeras diferencias sociales, las cuales se convertiría en el rasgo común a cuantas siguieron a aquella primigenia. Estas diferencias estarían condicionadas y causadas por factores humanos que evolucionaron a lo largo de las épocas: fuerza bruta, los estamentos sociales, el aspecto físico, los diversos credos o la riqueza material perseguida por sus miembros. Sin embargo, en un futuro no lejano, pertenecer a la élite es cuestión de la genética que, alterando el curso natural del embarazo, tiene la supuesta finalidad de evitar discapacidades y enfermedades, dotando al feto de mejoras que implican la aceptación dentro del sistema y el triunfo social. Pero ¿a qué precio? En el mundo de Gattaca la manipulación genética delimita entre otras libertades el libre albedrío al tiempo que acentúa la inexistente igualdad de oportunidades que se contempla en cualquier otra sociedad real o ficticia, ya que posibilita a los individuos modificados oportunidades que se convierten en imposibles para quienes han nacido siguiendo el proceso natural. La reducción de riesgos de salud no debería plantear un problema ético, porque eso beneficiaría a todos, pero sí habría que plantear su validez cuando esa misma ciencia (y quienes la controlan) selecciona quién es apto y quién no, apartándose de su idea original de mejorar la calidad de vida para crear un mundo dominado por la idea de superioridad de una minoría en detrimento de los derechos de los considerados no aptos. Vincent Anton Freeman (Ethan Hawke) no fue modificado, como él mismo descubre durante su breve repaso a los momentos claves de su vida, aquellos que le han llevado hasta Gattaca.


En el presente, Vincent, ya no es Vincent Freeman, sino Jerome Morrow, la falsa imagen que se ha visto obligado a crear para alcanzar su sueño (imposible para su condición de no manipulado), que él mismo explica durante el flashback en el que también se observa su ruptura con las normas y su engaño para convertirse en quien no puede ser desde el punto de vista científico, pero sí desde su perspectiva, la cual aboga por el tesón y el esfuerzo. No obstante, para lograr el éxito ha necesitado la colaboración del verdadero Jerome Eugene Morrow (Jude Law), un individuo casi perfecto, salvo por la imposibilidad de utilizar sus piernas, impedimento que la genética habría pasado por alto cuando realizó su análisis, quizá porque su inmovilidad sería el fruto de una acción voluntaria que nada tendría que ver con la genética o con las probabilidades estadísticas. El verdadero Jerome muestra su desencanto, su desesperación y su apatía, pero a medida que convive con Vincent hace suyo el sueño de éste, aportando su cuerpo: sangre, orina, cabello o restos de células muertas, para engañar al sistema de seguridad de Gattaca, marcado por la rigidez, el control y un elitismo enfermizo. Gracias a su compañero y a su fe (sacrificio) en lo que hace, Vincent se encuentra a punto de lograr su objetivo de viajar a Titán, hecho que confirma que su espíritu no necesita las alteraciones genéticas que se descubren en el resto de los individuos de la empresa, quienes, salvo Irene Cassini (Uma Thruman), parecen autómatas sin alma (todo lo contrario a él). Pero la farsa del falsificador de identidad se ve amenazada por el asesinato de un ejecutivo de la empresa, convirtiendo sus últimos días en La Tierra en una desesperada carrera contra el tiempo y contra los dos policías que siguen su pista, uno de los cuales resulta ser Anton Freeman (Loren Dean), de quien Vincent habla durante el flashback y de quien dice que siempre se había mostrado superior a él, excepto el día que se produjo el milagro que le impulsó a emprender su propio camino, no el delimitado por sus deficiencias genéticas.


Los personajes protagonistas de los films de Andrew Niccol engañan para escalar o mostrar su disconformidad con una sociedad que condiciona sus conductas y les obliga a actuar del modo en el que lo hacen, revelándose como seres antisociales que no aceptan lo establecido, cuestión que se descubre en S1m0ne (2002), en El señor de la guerra (Lord of War, 2005) o en In Time (2011), incluso Truman, que al inicio es el engañado, engaña para conseguir su objetivo de abandonar la isla-plató de El show de Truman (The Truman Show, Peter Weir, 1998), película que Niccol no dirigió, pero si escribió. En Gattaca, su primera película como realizador, Niccol tomó como referencia modelos sociales similares a los desarrollados por Aldoux Huxley o George Orwell, sociedades sometidas y controladas, donde la libertad de elección estaría delimitada por aspectos que condicionan y someten al individuo, que acepta con indiferencia una situación que Vincent se niega a acatar, desmarcándose de lo establecido y convirtiéndose en un supuesto degenerado dentro del sistema. Gattaca también destaca por su intriga, no por la resolución del crimen, sino por cuanto rodea a ésta, comprobando como la investigación policial afecta a la relación que inician Vincent e Irene o al comportamiento de uno de los policías, Anton Freeman, quien en todo momento se muestra esquivo con el detective Hugo (Alan Arkin), hecho que apunta a la existencia de un vínculo con ese no válido infiltrado en el mundo perfecto de Gattaca, que como todos los mundos perfectos evidencia una gran imperfección.

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