miércoles, 20 de junio de 2012

Carandiru (2003)



Las cárceles adquieren gran importancia espacial en el cine de Hector Babenco —en el reformatorio donde desarrolla la primera parte de Pixote, la ley del más débil (Pixote, a lei do mais fraco, 1981) o en la celda de El beso de la mujer araña (Kiss of Spider Woman, 1985)—, pero es en Carandiru (2003) en la que el medio carcelario alcanza el protagonismo absoluto. A finales de la década de 1980, el centro de detención de Sao Paulo, conocido como el Carandiru, es un hervidero de SIDA, drogas y convictos (que exceden en varios miles al aforo del complejo), sin embargo, entre ellos parece regir una especie de código en el que basan su convivencia. Allí dentro, Nego (Ivan de Almeida) parece ser quien corta el bacalao, no porque sea el cocinero, sino porque se le pide permiso para emprender cualquier acción violenta que podría alterar la supuesta armonía que reina entre los presos, pues sin ese control, la situación se escaparía de las manos, tanto de las autoridades como de ellos mismos. El relato se muestra desde la perspectiva del doctor (Luis Carlos Vasconcelos) enviado para realizar pruebas del VIH en los convictos, a quienes observa y escucha mientras realiza las pruebas, y en quienes descubre aspectos íntimos que permiten profundizar en las personalidades y en los delitos que ellos mismos relatan, y que Hector Babenco mostró mediante una serie de flashbacks. Si las confidencias son o no verdaderas eso sólo los propios presos lo saben, algo que Chico (Milton Gonsalves), uno de los veteranos del penal, advierte al doctor, porque es consciente de que en la prisión todo cuanto se dice es mentira (aunque durante el día visita se corroboran parte de las narraciones de los presos). Las historias pasadas se suceden combinándose con un presente en el que se observan las condiciones de vida dentro de la institución penitenciaria, donde las drogas, el sexo, las enfermedades, la violencia o las malas condiciones higiénicas, predominan en el ambiente. Nego, Masjestade (Ailton Graça), Zico (Wagner Moura) o Antonio Carlos (Floriano Peixoto) descubren su pasado, mostrando circunstancias distintas, pero no exentas de sentimientos humanos, quizá por ello no sorprende que el doctor simpatice con ellos después de escucharles. Majestade cuenta su relación con Dalva (Mª Luisa Mendonça), con quien se casó, y como posteriormente mantuvo otra relación paralela con Rosirene (Aida Leiner), creándose el caos y los celos que le condujeron al lugar donde se encuentra encerrado. El doctor descubre la amistad que Antonio Carlos siente por Claudiomiro (Ricardo Blat), quien se dejó engañar por su esposa,  a quien acabó asesinando, al igual que a su amante, el policía que intentó birlarle el dinero que él había robado con anterioridad. El médico también observa, entre esos muros a reventar de almas descarriadas, el nacimiento del amor en una pareja atípica: Lady Di (Rodrigo Santoro) y Sem Chance (Gero Camilo), ambos atemorizados ante la posibilidad de estar infectados por el virus VIH. Carandiru se basa en un hecho real y, como tal, se presenta desde el realismo y desde la crítica, cuestión esta última siempre presente, que aumenta cuando las fuerzas antichoque entran en el penal para sofocar un motín que nadie sabe cómo comenzó, pero que finalizaría con la muerte de 111 presos a manos de unos agentes que utilizan la violencia expeditiva como tarjeta de presentación, sin mostrar apenas diferencias con algunos de los sujetos más peligrosos de un penal que años después sería clausurado y demolido.

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