domingo, 11 de marzo de 2012

Un mundo perfecto (1993)


En un mundo perfecto Butch Haynes (Kevin Costner) habría sido una persona distinta, en ese mismo mundo, el pequeño Phillip (T. J. Lother) podría ser como cualquier otro niño; en un mundo perfecto, Haynes y Phillip nunca se habrían conocido. Sin embargo, el mundo no es perfecto y existe el dolor, los abusos, la miseria, la violencia, la delincuencia y delincuentes dispares. Haynes es uno de esos delincuentes, uno que se fuga de la cárcel en compañía de Pugh (Keith Szarabajka), un psicópata violento, que irrumpe en la casa de los Perry donde agrede a Gladys Perry (Jennifer Griffin) y a su hijo Phillip, antes de que Haynes intervenga y evite un asesinato múltiple similar al suceso que inspiró a Truman Capote para escribir A sangre fría. El fugitivo les salva de una muerte segura; no obstante, él y su compañero son prófugos de la justicia y, tras el alboroto montado por Pugh, solo encuentra la opción de llevarse a un rehén. En un mundo perfecto, el jefe de los Rangers de Texas, Red Garrett (Clint Eastwood), no sería un hombre desencantado por cuanto ha visto y por cuanto ve; como tampoco tendría que iniciar una persecución a bordo de un remolque que requisa a un gobernador que miente ante la prensa. La personalidad de Garrett es acorde con su desencanto, y su humor negro le ayuda a continuar en un oficio en el que descubre la imperfección que domina el mundo donde vive, y en el que inicialmente se muestra sarcástico con Sally Gerber (Laura Dern), la criminalista que le han enviado para que le ayude en la persecución de los dos fugitivos que han secuestrado al pequeño.


En Un mundo perfecto (A Perfect World, 1993) brilla la sutileza de Clint Eastwood, quien, sin duda, es de los grandes realizadores que ha dado el cine estadounidense en la década de 1970. Eastwood, cineasta, supo dotar de sinceridad a la relación de un hombre y un niño que viven la experiencia más importante de sus vidas. Para Butch, el pequeño Phillip es la imagen de su pasado, en el niño reconoce aspectos comunes que les une, como sería el abandono paterno o la imposibilidad de sentirse libres para realizar aquello que les haría felices. Sin embargo, cuanto les rodea no da pie para la esperanza; el pasado de Butch, el secuestro, la persecución policial o la muerte de Pugh, a quien Butch no duda en matar porque ha intentado hacer daño al pequeño, son algunos de los escollos que apuntan a la imposibilidad de que la amistad entre Phillip y quien se ha convertido en protector, educador y padre simbólico, vaya más allá de esa carretera por la que escapan. Al lado de su secuestrador, el niño se evade de la rigurosidad religiosa que domina a su madre, y realizar aquello que se le había negado: disfrazarse, tomar cola, proponer truco o trato e, incluso, conducir un automóvil robado, cuestión que le acerca más de lo aconsejado al pasado de quien para él representa la figura paterna. "No soy un buen hombre, pero tampoco soy el peor", puede que Butch Haynes hubiera sido un buen hombre si durante su infancia no se hubiesen producido los hechos que marcaron su rumbo: a los ocho años mató a un hombre para defender a su madre, a los doce ésta se ahorcó en el prostíbulo donde trabajaba, y poco después, el joven Robert Haynes sería encerrado en un correccional durante cuatro años por darse una vuelta en un coche ajeno. Sally descubre que Red tuvo algo que ver en aquella rigurosa decisión del juez, pues éste convenció al magistrado para que alejase al chico de la violenta influencia de un padre que había regresado tras el suicidio de la madre. Lo que pretendía ser una buena acción resultó un empujón para convertir a Haynes en lo que es, un criminal sin nada que perder y sin nada a lo que aferrarse, salvo, quizá, ese niño con quien comparte una fuga hacia Alaska, el último territorio virgen, su única esperanza de libertad y de un nuevo comienzo. Clint Eastwood dotó a su película de sensibilidad, pero también de un evidente desencanto hacia ese mundo “perfecto” que crea y marca a individuos como Haynes o como a ese pequeño de ocho años que podría vivir las experiencias vividas por su mentor, cuando aquél contaba con su misma edad. Pero Phillip no es Butch, sólo es un niño que anhela regresar a casa, pero que continúa al lado de su amigo porque sabe que su presencia mitiga la violencia de Butch, excepto en un determinado momento, cuando Phillip se ve obligado a tomar una decisión que nunca se hubiese presentado en un mundo perfecto.

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