miércoles, 7 de marzo de 2012

El cuervo (1943)


La delación y la mentira pueden enturbiar de tal forma un ambiente tranquilo que éste se transforme en un lugar dominado por la tensión y la desconfianza, generando miedo y sospechas que conllevan un cambio radical en los comportamientos de los implicados. En el pequeño pueblo todos se conocen y todos han llevado una existencia pacífica hasta la repentina aparición de las cartas firmadas por
el cuervo. Nadie sabe quién se encuentra detrás de esos anónimos que desvelan secretos que podrían ser o no verdad, pero que afectan a los hábitos y a los comportamientos de quienes se ven comprometidos por los contenidos que se desvelan. El doctor Rémy Germain (Pierre Fresnay) sería la víctima más aludida en los escritos de el cuervo; se le acusa de mantener relaciones amorosas con Denise Saillens (Ginette Leclerc) y con Laura Vorzet (Micheline Francey), pero además se le acusa de traficar con morfina y de practicar el aborto. A pesar de que todos insisten en no dar crédito a los secretos que destapa el misterioso pajarraco, que nada pide ni nada exige, desconfían, juzgan y rechazan a los demás, sobre todo a ese doctor que guarda un pasado oscuro para ellos. Germain es consciente de lo que ocurre a su alrededor, sintiendo cierto desprecio por unos vecinos que se dejan arrastrar por las calumnias o por cuestiones que a nadie deberían importar salvo a los propios implicados; a esa conclusión también a llegado Michel Vorzet (Pierre Larquey), el marido de Laura, quien parece tener una visión más cínica que la de sus vecinos, postura que le permite restar importancia a los sucesos que se producen como consecuencia de la aparición de el cuervo; sin embargo, tampoco sabe quién se esconde detrás de ese seudónimo; así pues, todos sospechan de todos, porque temen ser las siguientes víctimas.


Donde las haya, 
El cuervo (Le corbeau, 1943) es una magnífica película de suspense, aunque en realidad se trata de un drama que plantea la certeza de que todos tienen algo que ocultar, secretos, intimidades o trapos sucios que no desean airear, porque éstos serían de índole personal, por eso el cuervo se convierte en un delator de la privacidad que no contempla el daño que provoca, más bien lo desea, porque tiene la intención de enturbiar un ambiente apacible y convertirlo en un hervidero de nervios y de violencia contenida, sacando a la luz la irracionalidad que se descubre en algunos de los vecinos. Tras sus mentiras o medias verdades, la sospecha se cierne sobre el pequeño pueblo y sobre sus habitantes más relevantes, al tiempo que las miradas de todos se dirigen hacia Germain, a quien se juzga y de quien tanto se murmura, y de quien Denise se ha enamorado, a pesar de que el doctor la rechaza desde el primer momento. Henri Georges Clouzot planteó una intriga donde lo de menos sería el conocer la identidad del culpable, porque lo más importante son las reacciones de quienes se ven afectados por la amenaza de el cuervo, personas que se convierten en víctimas, pero también en posibles verdugos cuando se convencen para acorralar y perseguir a cualquier sospechoso, situación que se muestra en el entierro del paciente número trece, cuando a Marie Corbain (Héléna Manson) se le acusa de ser el oscuro delator de las intimidades de sus vecinos, pues a todas luces ha de ser uno de ellos.

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