domingo, 26 de febrero de 2012

La máscara de Dimitrios (1944)

La máscara de Dimitrios (The Mask of Dimitrios) se mueve entre el pasado y el presente, entre los recuerdos de los testigos y la mirada alucinada de un escritor que semeja estar viviendo dentro de un sueño oscuro y siniestro, creando en su mente una especie de rompecabezas adictivo que le obliga a encajar cada una de las piezas que le ofrecen los testimonios que recoge a partir del cadáver que la policía halla en la playa, al inicio del film. Este cuerpo sin vida confirma que Dimitrios Makropoulos (Zachary Scott) ha muerto, pero ¿quién era ese tal Dimitrios? Para el coronel Haki (Kurt Katch) es la pesadilla de la que ha despertado, ahora ya no es más que la anécdota que relata a Cornelius Leiden (Peter Lorre), a la espera de conocer la opinión del novelista a quien admira. El recuerdo del oficial traslada la acción de Estambul a Esmirna, antes de que se produzca la detención de Abdul Dhris (Monte Blue), sospechoso de un homicidio, quien, antes de morir ajusticiado, aseguró que el asesino fue su compañero Dimitrios. Aquella fue la primera vez que el coronel escuchó su nombre, pero misteriosamente el verdadero homicida desapareció sin dejar rastro. Leiden siente curiosidad hacia ese personaje enigmático del que nada sabe, salvo la fisionomía que ha descubierto en la morgue. No puede evitar sentir atracción por una historia que promete y de la cual ya posee el inicio, que pretende completar recorriendo los lugares por donde se dejó ver su posible personaje, misterioso, ambicioso y amoral. La excelente novela escrita por Eric Ambler permitió que Jean Negulesco realizase una de sus mejores películas, tensa en su puesta en escena y tenebrosa gracias a una fotografía que realza el misterio que envuelve al viaje de Cornelius Leiden. Tras abandonar Estambul, el escritor se detiene en Atenas, donde, rebuscando entre los archivos de una oficina, encuentra una nueva pieza para recomponer la personalidad de un criminal que no consigue apartar de su cabeza. Su recorrido continúa en el interior de un vagón en el que se encuentra con un desconocido, con quien mantiene una apacible charla, ¿por qué tendría que sospechar de él? ¿Porque ese individuo de gran envergadura le llama por su nombre cuando se despiden en la estación de Sofía? En la capital búlgara Leiden escucha la historia de Irana Preveza (Faye Emerson). Nunca le había visto hasta que se presentó ante su puerta, aquel individuo estaba sin blanca, sólo quería comida, y nada parecía indicar que al día siguiente volvería a presentarse. Pero Dimitrios había cambiado, ya no era un hombre hambriento, sino un triunfador a quien sobraba el dinero; él mismo confesó que lo había conseguido chantajeando al hombre que la había acompañado la noche anterior. Irana, enamorada, utilizada y abandonada, fue otra de las víctimas que sucumbió al encanto maléfico de un hombre a quien no le importaba nada, salvo él mismo y sus ansias de enriquecerse a cualquier precio. A medida que Leiden descubre nuevas facetas de la personalidad del enigmático personaje, su fascinación por él aumenta y le obliga a continuar hasta la próxima etapa de su viaje. Su siguiente alto en el trayecto se altera cuando se encuentra por segunda vez con el hombre del tren, quien se ha colado en su habitación y le apunta con un arma. Peters (Sydney Greenstreet) confiesa que no esperaba ser descubierto, pero también le cuenta que fue engañado por Dimitrios. El odio que Peters siente hacia aquél se palpa cuando lo nombra, de no estar muerto, él mismo se encargaría de que lo estuviese; y aunque sus palabras esclarecen algunas cuestiones, enturbian otras cuando le propone una lucrativa asociación, porque Leiden posee una información muy valiosa. Tras la conversación con su nuevo amigo, acepta el consejo de visitar a Grodek (Victor France), maestro de espías y antiguo jefe de Dimitrios, en Ginebra. Necesitaba un hombre inteligente, efectivo y sin escrúpulos para conseguir los planos de las ubicaciones de las minas del ejército yugoslavo. El plan de Dimitrios era refinado, maquiavélico y certero, consistía en aprovecharse de las debilidades de Bulic (Steve Geray), un don nadie que trabajaba como funcionario en el ministerio, una nueva víctima que se dejaría atrapar por las redes de Dimitrios, quien tras conseguir los planos y cobrar por el trabajo no dudó en traicionar a quien le había contratado. Leiden todavía se encuentra a tiempo, puede abandonar, pero no lo hace, porque la imagen que ha creado de un hombre amoral y ambicioso le obliga a viajar a París, donde le aguarda su amigo Peters para proporcionarle el capítulo final de su oscuro viaje por el recuerdo de Dimitrios Makropoulos.

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