jueves, 1 de diciembre de 2011

Fargo (1996)


La mayoría de los personajes que pueblan la filmografía de Joel y Ethan Coen son un tanto excéntricos, por decirlo de algún modo, seres que se apartan de lo convencional como también lo hacen unos actos que se escapan de su control, algo que le sucede a Jerry Lundegaard (William H. Macy), un hombre que, para dejar atrás una vida que no le llena, pone en práctica un plan que lo aleja de ser un tipo en su sano juicio. ¿Qué le ocurre a este hombre? Su vida no le ofrece las satisfacciones que él hubiese deseado, trabaja como director de ventas en el concesionario que pertenece a su suegro (Harve Presnell), que ni le soporta ni le valora. Larry no es capaz de enfrentarse directamente, mostrándose como un ser pusilánime incapaz de decir lo que realmente quiere o pretende, por ese motivo opta por una estrategia un tanto peculiar y a todas luces amoral e ilegal, que le permite no enfrentarse con su verdadero problema. Las negativas a las que se ha acostumbrado, la desilusión de una existencia insatisfactoria y la eterna sensación de ser un perdedor le han llevado hasta un punto de no retorno del que pretende salir mediante el secuestro de su esposa, una acción desesperada que le permita conseguir la pasta para poner en marcha un negocio del que su suegro no quiere saber nada, a no ser que su consejero le diga que es viable. Esa es la verdadera intención de Larry, poder llevar a cabo un negocio que le libere de su mediocridad y del control de Wade, su suegro. Sin embargo, una vez más, Wade Gustafson, consciente de que su yerno es un inútil, se apodera del brillante negocio de Larry, a cambio de una pequeña comisión que no logra aplacar la necesidad de independencia de su yerno. Ante una nueva decepción, Larry se alegra de que el secuestro de su esposa se haya llevado a cabo, porque gracias al dinero del rescate puede seguir aferrándose a la esperanza de cambiar su suerte. El millón de dólares, suma que tendría en mente desde el principio, a pesar de decir a los secuestradores que serían 80.000$ para pagar deudas, sería capital suficiente para la empresa que le alejaría de su patética vida. Ese dinero significa una nueva oportunidad, por ese motivo se había trasladado hasta Dakota del Norte, a un pueblo llamado Fargo, donde, al principio del film, se reúne con Carl (Steve Buscemi) y con Gaear (Peter Stormare), dos tipos más raros que él, que ya es decir; dos criminales opuestos, excepto en su ineptitud y en el empleo de la violencia, uno rubio y otro moreno, uno silencioso y otro que no puede guardar silencio, quizá porque no fuma los cigarrillos que en todo momento se consumen entre los labios de Gaear, quien además del tabaco tiene adicción a las las tortitas, a las telenovelas y a cometer asesinatos. La idea de Larry, en manos de dos tipos como estos, no puede llegar a buen puerto, torciéndose en el mismo instante en el que los secuestradores asoman sus cabezas y secuestran a Jean Lundegaard (Kristin Rudrüd). Pero ese es sólo el comienzo, pues el plan se tuerce de tal manera que se cometen tres asesinatos en las proximidades de Brainerd. Tras ese triple homicidio entran en acción, pausada y genial, el matrimonio Gunderson, formado por la Marge (Frances McDormand), jefa de policía y embarazada de siete meses, y Norm (John Carroll Lynch), de quien se sabe más bien poco (o quizá demasiado); pinta sellos, pesca, prepara el desayuno y parece que nunca se altera. Marge se muestra tranquila, casi tanto como su marido, con sus gestos y con sus primeras palabras da la sensación de incapacidad para ejercer su labor policial. Sin embargo, cuando llega al lugar del crimen se comprueba que no es así, ella es la más espabilada del cuerpo de policía de Brainerd, quizá por eso mismo es la jefe y encuentra pistas que otros no encontrarían.  Su estado de embarazo no le impide viajar hasta Minneapolis siguiendo la pista de una llamada telefónica y de un coche procedente del concesionario que dirige Jerry. Además de investigar, Marge se zampa alguna que otra hamburguesa, ya que debe alimentar al futuro miembro de la familia, se reune con un ex-compañero de instituto (a la altura de las rarezas de los demás personajes) y  se presenta por segunda vez en el despacho de un vendedor de coches que no puede evitar ponerse nervioso y salir pitando. Fargo resulta una excepcional combinación de thriller y de comedia negra, en la que el humor de los Coen se percibe en toda su esencia dentro de un entorno nevado por donde deambulan unos excepcionales personajes que parecen tomarse las cosas con calma, pues, ¿para qué las prisas? Pero lejos de los habitantes del pueblo, existe la gran ciudad y personajes como Jerry, Wade Gustafson o la extraña pareja de delincuentes que siembra de cadáveres la pacífica existencia de Brainerd y alrededores.

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