martes, 1 de noviembre de 2011

Náufragos (1944)


Trasladar el suspense a un espacio reducido, sin que éste pierda interés, resulta una tarea complicada para cualquiera, sin embargo, en manos de un director como Alfred Hitchcock semejó sencillo, aún cuando se sabe que no lo es. Pero lo cierto es que el cineasta británico sobrevivió a la experiencia de rodar en un entorno cerrado, ni sería la primera vez ni la última, rodeado de un espacio abierto que, en lugar de proporcionar libertad de movimientos, les ahoga, valga la palabra, pues ese entorno es el océano, donde los supervivientes del ataque del submarino alemán alcanzan un bote salvavidas donde permanecerán hasta que perezcan o sean rescatados, las dos únicas posibilidades que les quedan. Sin embargo, inicialmente, ninguno de los supervivientes piensa en la muerte, a pesar de haber sido testigos directos del bombardeo que ha hundido el barco mercante en el que viajaban, así pues, la alegría, silenciosa, de saberse vivos ha apartado esa idea por el momento, aunque no tarda en presentarse de nuevo cuando la señora Higgings (Heather Angel) es rescatada por Joe (Canada Lee), y descubren que el bebé que sujeta entre sus manos ha fallecido, este hecho apunta hacia la tragedia que espera a los supervivientes momentáneos del naufragio, nueve personas de muy diferente condición y pensamientos, pero con una circunstancia común a todos: se encuentran allí, en el interior de una barca que navega sin rumbo, y que la cámara nunca abandona, presentando de este modo la acción subjetiva y psicológica que se desarrolla dentro de ese reducido microcosmos. Sin brújula, sin alimentos ni bebida suficiente para aguantar los más de cuarenta días que el multimillonario, de talante fascista, Rittenhouse (Henry Hull) y el telegrafista Stanley (Hume Cronyn) han calculado que podrían tardar en ser rescatados y con sus diferencias se inicia el viaje hacia un hipotético destino. Sin embargo, el principal y primer obstáculo había aparecido cuando el último pasajero en subir a bordo resultó ser el único superviviente del submarino alemán, Willy (Walter Slezak) un hombre al que John Kovac (John Hodiak), de talante comunista y nombrado líder del grupo, insiste en tirar por la borda; pues es el enemigo, el mismo que les ha atacado y condenado a la precaria situación en la que se encuentran. Pero no todos son de su misma opinión, circunstancia que presenta los primeros enfrentamientos en un espacio tan reducido que la principales normas para sobrevivir serían: la únión, la convivencia y el orden, tres aspectos que parecen ausentarse y que pretendían señalar la falta de entendimiento que también existía entre los aliados durante la contienda. Tras la intervención, en alemán, de la descreída periodista Connie Porter (Tallulah Bankhead), quien únicamente parece preocuparse por sí misma y por sus posesiones, las mismas que irá perdiendo a medida que avanza el viaje (símbolo claro de la escasa importancia que tienen en una situación de esta índole en la que únicamente importa aquello que te mantenga vivo y con esperanzas), asumen, algunos a regañadientes, que el alemán es un hombre como ellos, que merece seguir viviendo y no ser ejecutado, porque no son animales. Esta verdad a medias es el motor de los comportamientos iniciales, sin embargo, el hambre, la sed, el miedo y la desesperación se va apoderando de ellos a medida que los días presentan hechos tan inquietantes y desesperados como el suicidio de la señora Higgings, la amputación de la pierna de Gus (William Bendix), el miedo a vivir que se descubre en Alice (Mary Anderson) o la pérdida de los últimos víveres tras desatarse una furiosa tormenta. Pero para aumentar el suspense que rodea a los tripulantes del bote a la deriva, Alfred Hitchcock aprovechó al personaje del alemán para ofrecer ese aspecto misterioso y amenazante que se descubre cuando Willy observa, a escondidas, una brújula intacta que no comparte con ninguno de sus compañeros, circunstancia que alerta de que algo se está gestando. Náufragos (Lifeboat) se rodó durante la Segunda Guerra Mundial, pero no es una película propagandística aunque tome posición, sino un film de suspense psicológico, cercano a un estudio del comportamiento humano, donde el suspense no sería más que el reflejo del distanciamiento existente entre los supervivientes, un conjunto de hombres y mujeres que deberían unirse para superar tanto el fatídico hecho en el que se encuentran como a un oficial alemán que parece saber en todo momento lo que se propone. Si algo queda claro en Náufragos es que a Alfred Hitchcock le gustaba asumir desafíos a la hora de realizar sus películas, de los que solía salir bien parado como es el caso de un film perfectamente rodado y resuelto dentro de un bote en el que el director se coló de un modo muy original para hacer su siempre esperada aparición, según sus propias palabras su mejor papel.

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