miércoles, 9 de noviembre de 2011

El milagro de Morgan Creek (1943)



<<¿Dónde está Morgan Creek?>> <<¿Está en nuestro Estado?>>, pregunta el gobernador (Brian Donlevy), justo antes de escuchar una historia sobre dicho pueblo. La historia parece importarle, y mucho. Según cuenta el tipo que se encuentra al otro lado del auricular, todo se inició el víspera de la partida de los soldados que a la mañana siguiente abandonarían sus hogares para trasladarse al frente; el mismo día en el que Norval Jones (Eddie Bracken) se atrevió a invitar a Trudy Kockenlocker (Betty Hutton) al cine. Pero un compromiso anterior y más atractivo, el baile que se celebraba en honor a las tropas necesitadas de todo de apoyo y cariño, dio al traste con sus ilusiones. Norval maldice su mala suerte, tanto por el rechazo de la chica de sus sueños como por la constante negativa del ejército a que se incorpore a filas, porque cada vez que acude a la oficina de reclutamiento los nervios se apoderan de él. El arranque de El milagro de Morgan Creek (The miracle of Morgan's Creek, 1943) anuncia su condición de comedia de enredo, una historia original escrita y dirigida por Preston Sturges, cuyas películas son sinónimo de calidad y diversión; que se centra en la relación de Norval y Trudy, protagonistas de una situación alocada que se desata a raíz del engaño que Trudy utiliza para salvar la prohibición paterna y que consiste en aceptar la invitación de Norval, pero sólo hasta la puerta del cine, en donde se despide diciéndole que regresará cuando finalicen las tres películas consecutivas que el pobre muchacho tendrá que disfrutar a solas. Este desplante asombra a un joven que, enamorado hasta la médula, se deja embaucar, e incluso termina por prestarle su automóvil para que Trudy pueda llevar a los soldados de fiesta en fiesta, donde beben una limonada tras otra, hasta que terminan por perder el sentido y la memoria, hecho que Norval comprueba cuando Trudy se presenta ante la puerta del cine con varias horas de retraso, con el coche destartalado y borracha perdida, aunque niegue haber bebido algo más que la susodicha limonada. El ebrio desliz no sería preocupante si no tuviese que regresar a un hogar donde aguarda un padre de armas tomar (William Demarest), el personaje más divertido de El milagro de Morgan Creek, quien no duda en patear el trasero de Norval, culpándole del estado y del retraso de su hija. Pero si eso hubiese sido todo, el milagro nunca se habría producido, sin embargo, mientras Trudy habla con Emmy (Diana Lynn), su hermana pequeña, descubre un hecho que la perturba, algo así como que se ha casado, pero ni sabe con quién ni como se llama su afortunado y desaparecido esposo. Este hecho por sí sólo no traería más inconveniente que ocultar un desliz nocturno fruto de la pasión de unos jóvenes que se marchaban a la guerra sin saber si regresarían y de las chicas que intentaron consolarlos, pero también fruto de la pasión resulta el embarazo de Trudy, una circunstancia que en la actualidad no acarrearía los problemas de reputación que sí conllevaban en la década de 1940 del siglo XX. Por ese motivo, Emmy le aconseja que se case con Norval, pues, siendo bobo como es, nunca sospecharía nada y asunto arreglado, a pesar de que un nuevo matrimonio sería considerado bigamia, circunstancia penada por la ley. Sin embargo, la idea del doble enlace se muestra más atractiva que la de ser madre soltera, al no tener en su poder el documento que demuestre su nuevo estado civil; como consecuencia se decide a capturar a Norval, a quien ofrece pistas para que se declare, mostrando el camino abierto para que se cumpla el sueño de un joven que le cuesta entender lo que escucha, como tampoco entenderá las intenciones del Sr.Kockenlocker, policía del pueblo y padre de Trudy, cuando le insinúe que se fugue de la cárcel, inocencia que da la razón a Emmy. No obstante, Trudy descubre en su joven y nervioso enamorado a un hombre sincero, dispuesto a todo con tal de hacerla feliz, esa realidad le obliga a dar marcha atrás y confesarle lo que se proponía, dando pié a que Norval decida que aún así casarse con ella es lo mejor que le puede pasar. Hasta ese momento, Preston Sturges solo había planteado el enredo, que no tarda en embrollarse, de tal manera que provoca que Norval se convierta en prófugo de la justicia y el humor se desate y cobre un hilarante protagonismo que ya no cesará hasta la conclusión del film, cuando se descubre cuál fue el milagro de Morgan Creek.

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